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— Deja de caminar y siéntate. — Edward hizo caso omiso a Wyatt quien bebía un poco de agua — Savannah no sintió nada esa madrugada que indicara una infidelidad por tu parte, pero...

— Es imposible, estaba desnudo y... Amanda también. — sin pensarlo tiró al suelo las cosas encima de su escritorio — ¡Dijiste que no entraría a mi casa!

Wyatt bajo la mirada intimidado por la gruesa y potente voz del Alfa, estaba enfadado y su enojo era imposible de medir.

— Alfa lo siento, lo prometí y pido perdón por mí descuidó.

Suspiro y calmó su estado de ánimo, en parte ambos tuvieron la culpa.

— No puedo ver a la cara a Savannah, es difícil y no creo soportar ocultarle lo que pasó. Sé que me odiara.

— Amanda lo planeó todo.

— Esa perra me las pagará, debo hablar con ella ahora mismo.

— ¿Y Savannah?

— Si despierta dile que regresaré justo para cenar, y en caso de que los dolores sigan, tritura dos pastillas y con agua será sencillo que las tome.

Asintió a las órdenes de Edward y este salió a reunirse con la mujer de todos sus problemas. Con un poco de suerte averiguaría sus motivos y vería la manera de que obtenga una solución. Conocía a Amanda desde que sus padres con los de ella formaron un lazo fuerte de amistad, hasta arreglaron un acuerdo el cual trataba de que, si él no encontraba a su mate antes de la luna llena en sus veintiséis años, Amanda sería la Luna de la manada Pierce.

La consideraba una amiga, casi hermana y creía que ella correspondía sus sentimientos, pero comprobó lo contrario cuando Amanda reveló sus verdaderos sentimientos la noche de su cumpleaños.

La rechazó.

Los padres de ella lo tomaron como una ofensa y pidieron que reconsiderara su decisión, porque querían ver a su hija feliz y al lado de Edward era un hecho que lo sería. Más olvidaron lo más importante, el próximo Alfa no era fácil de cambiar su opinión.

— Entonces, ¿si pasaste la noche con él? — preguntó Saúl a través de la pantalla — Habla, Amanda.

— Padre, no lo repetiré de nuevo.

Se asomó por la ventana que por suerte estaba abierta.

— Tu madre y yo necesitamos que seas más clara, ¿te acostaste o no con Edward?

Soltó un suspiro y en cuanto se propuso a responder escuchó el sonido de una rama quebrándose. Edward retrocedió y pisó en falta aplastando la rama, pero fue más hábil y se alejó de la ventana en cuando Amanda volteó.

— Los llamaré luego. — terminó la videollamada y fue hasta la puerta. Al abrir vio a Edward y esbozó una sonrisa — Edward, que sorpresa verte.

— Ojalá pudiera sentir algún sentimiento positivo, pero estoy aquí para hablar contigo sobre lo que pasó entre nosotros.

Amanda se hizo a un lado.

— Si hablas de que tuvimos una hermosa noche juntos y que dejaras a esa chica...

— Esa chica es tu Luna y le debes respeto en cuanto a cómo te refieres a ella, Amanda.

— ¿Esa humana insignificante? Edward ella no es ni la mitad de lo que se debe ser para ocupar el lugar de una Luna, sin contar que no es una loba, no podría darte lo más importante.

— ¿Y tú sí?

— Sé lo importante que es para ti formar una familia, ¿ella estará de acuerdo? Además, ¿podrá soportar una noche contigo? Teniendo en cuenta lo demandantes que son los hombres lobos, y más siendo Alfa, en la cama.

— Si tratas de hacer que haga a un lado a Savannah para cambiarla por ti, déjame decirte que pierdes tu insignificante tiempo. La quiero, la amo y es todo para mí.

Amanda frunció su entrecejo ofendida por el rechazo del Alfa, pero no le bastó para sentirse herida.

— Yo no soy tu mate y debes resignarte, al igual que tus padres y el mío. No nos conviene hacer enfadar a nuestra diosa Luna, sería una gran ofensa y lo sabes.

Estaba por irse, pero Amanda lo tomó por sorpresa del brazo y sin esperarlo Edward ya era besado por ella.

Unida Incondicionalmente al Alfa | Libro 1 |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora