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— Savannah, abre, por favor.

— Vete Edward, no te quiero ver ni ahora o en lo que va del día.

— Déjame explicarte.

— ¡No quiero ni necesito que no hagas!

— ¡Abre la maldita puerta Savannah! ¡Ahora!

Tras dar un golpe fuerte a la puerta logró asustar a Savannah.

— ¡Que abras la puta puerta o la tiro abajo!

— No abriré nada y será mejor que tú cierres la boca porque me darás los motivos que perdí para querer largarme de aquí.

El pánico tomó el control por completo del cuerpo de Edward, las palabras de Savannah no solo lo lastimaban, también lo hacían enfadar de sobremanera. Maldecir a Amanda no servía de nada, ambos fueron culpables.

— Me abrirás o juro que tiro la puerta.

— Hazlo, no servirá.

Y lo hizo. Derriba la puerta asustándola por completo.

— Ahora me vas a escuchar, quieras o no.

— Pues hablarás con el aire, la pared y todo lo que quieras, pero en cuanto a mí... — le dio la espalda y caminó hasta su armario.

— Ni pienses en hacer tus maletas.

— Tranquilo que no me llevaré la ropa, no la compre yo.

— ¿Por qué eres tan impulsiva?

— Claro, luego de escucharla, ¿piensas que quiero seguir aquí? No sé cómo serán las lobas de la manada, pero yo no soy como ellas.

— Es un malentendido.

— ¿O sea que del beso no pasó nada más? ¿Esa chica miente en cuanto a lo de esa noche?

Calló y fue uno de los errores que cometió. Aunque si hubiera hablado de igual manera el resultado sería el mismo.

— Y es aquí donde recuerdo la frase: el que calla, otorga.

— Si dejarás que te explicara...

— No me vas a explicar nada Edward Pierce, en este momento se acaba todo. Renunció. Termino con lo que sea que tengamos y harás tu vida con esa zorra, porque yo no quiero saber nada de ti. — suspire — Aprendí a quererte, cuando lo confirmé desee decírtelo cuanto antes y pasa esto.

Pasó una mano por su cara y se sentó al filo de la cama.

— ¿Me quieres?

— Por Dios, Edward. ¡Eso no importa!

— Claro que importa, espere por mucho escuchar que me quieres y ahora estoy feliz, soy completamente feliz, Savannah.

— Pues tu felicidad puedes meterla por donde te quepa porque mi decepción y tristeza es mayor, por lo que deberé irme. — lo miró — No espero que lo permitas, aunque sería muy egoísta y cínico de tu parte.

— Tienes razón, no lo permito. Eres mi mate y tu lugar es a mi lado, ahora y siempre.

Savannah quiso darle una cachetada, más Edward se lo esperaba.

— Debí ser duro y severo contigo para que grabes en tu cabeza, que nunca debes levantarle la mano a tu Alfa.

— ¿Ahora conoceré al verdadero Alfa Edward? Si crees que debes tener mi respeto solo por el título estás muy equivocado. Y tal vez no me iré hoy o mañana, pero lo haré, porque no puedo estar con un hombre que falta a su palabra.

Pasó por su lado y abandonó su habitación.

Unida Incondicionalmente al Alfa | Libro 1 |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora