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— Mierda, duele como no te lo imaginas. — murmuró. Chiara en la pantalla reprimía las ganas de reírse.

— Lo sé, recuerda que también pasó por lo mismo, aunque tú tienes a cierto hombre lobo que pueda mimarte y evitar que te sientas...

— Okay, Okay. Lo entendí. Pero no le diré, es... vergonzoso.

— ¿Vergonzoso? Por favor, Savannah es normal, no algo de otro mundo. Además, no dudo que esté detrás de la puerta esperando a que lo llames.

— No sé.

— Savannah no seas tan dura con él, te conozco como eres y si antes no eras tan indiferente... — soltó una breve risa — lo que trató de decir es que...

— Lo entiendo, Chiara. Pero créeme, me sentiría un poco sofocada.

— Por el amor de Dios, tienes lo que muchas mujeres les gustaría, ¿y piensas desaprovechar?

Savannah, cariño, eres mi mejor amiga y te quiero, pero eres idiota a veces.

— Qué bueno que me quieres... — murmuró.

— El punto es que no lo alejes. Estuve leyendo y los hombres lobos no son inmunes al dolor.

— No me digas cosas que ya sé, tengo apuntado todos los datos sobre Edward. Además, la bipolaridad estará conmigo hasta que pasen los cinco días.

— Pobre Edward.

— Él es libre de dejarme sola.

— Pero no lo hará porque te adora, para él eres lo más importante. Ni muerto te dejaría en paz.

Dos toques a su puerta interrumpieron su conversación, Savannah ya sabía quién era.

— Te llamo luego. — corta despedida y colgó — Pasa Edward.

— ¿Cómo supiste que era yo? — preguntó al asomarse.

— No es difícil adivinar. — murmuró.

Edward no estaba con las manos vacías, consigo llevaba una bandeja con chocolate caliente y galletas con chispas de chocolate, además de las pastillas para los dolores.

— No debías...

— Sí, sí debo. Quiero hacerte sentir bien, que no sientas dolor. — dejó las cosas sobre la mesa de noche — Déjame cuidarte.

Savannah sonrió y palmeó el lado vacío, Edward entendió que quería por lo que se sentó a hacerle compañía.

— Y, ¿sientes algo? Me refiero a los dolores.

— Aún duele un poco, pero pasará. Los primeros dos días son así, ayer por la madrugada no dejé de llorar y preocupé mucho a Chiara y Asher.

— Sé que se tiene que tomar pastillas para eso...

— Sí, pero no me resulta. Para eso tendría que tomar dos pastillas y en realidad no me gusta.

El silencio fue lo que menos hubo entre ambos, aunque ella prefería que Edward se fuera, pues se sentía cansada luego de terminar su chocolate y unas cuantas galletas. Con las caricias que el Alfa le daba en su abdomen, sintiendo calor, poco a poco sus ojos se cerraban y en los brazos de su acompañante quedó profundamente dormida.

— Y te soñé con un hermoso vestido blanco, un velo interminable y... — al verla dormida sonrió y besó la frente de su mate. No se sintió ofendido porque se quedará dormida, sabía que el cansancio sería inevitable. Y aún más el recordar lo que pasó en la ausencia de Savannah. 

Unida Incondicionalmente al Alfa | Libro 1 |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora