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Edward cerró la puerta de la habitación de huéspedes para evitar el fuerte sonido de la música. Llamó a Wyatt y esperaba que conteste, y para su suerte fue así. No sé molesto en preguntar por el estado de ánimo de su Beta, solo fue directo al punto de su problema.

— Vale, entiendo lo de su amigo y tus celos, ¿pero sentir celos de su hermano? Edward, estás mal.

— Repito, no tenía idea de que él fuera su hermano, además no pude controlarlo. — suspiro.

— Bien, no tienes razones a partir de ahora. Ella no tiene un novio o interés amoroso que pueda ser tu rival, así que no cometas otra estupidez con tus celos.

— Es más fuerte que yo.

— Y será más fuerte el dolor cuando ella se enfade contigo y tal vez decida quedarse con sus padres y no regresar.

Tenía razón, Savannah podría enfadarse más de la cuenta y lo dejaría. Debía evitarlo a toda cosa y comenzaría con mostrarse como el mejor hombre en la vida de su mate.

— ¡Edward! — escuchó que lo llamaban y se despidió rápidamente de Wyatt, quien le deseaba suerte — ¿Edward?

— ¡Ya salgo! — guardó su celular y salió de la habitación. Savannah, quien aún no estaba tan contenta de que digamos, sonrió a medias.

— Mis padres ya llegaron y comeremos, así que por favor trata de evitarlo...

— ¿Ser un idiota impulsivo? No tienes de qué preocuparte. — acarició su mejilla y se acercó para dejar un beso en su frente.

A pesar de estar enfadada no era una estatua para evitar sentir ese cosquilleo. Reprimió que su sonrisa fuera amplia y respiro hondo.

— Bajemos.

No tomó su mano, solo se alejó y bajo esperando que Edward hiciera lo mismo. Sin duda nada salió como él esperaba y en parte era por mérito suyo, pero no porque quisiera, no podía controlar sus celos. Simplemente veía a un hombre cerca de Savannah y era suficiente.

Tomó asiento al lado de ella y miró a los demás, quienes platicaban del grandioso regalo que Demian recibió hoy. Todos sabían que Savannah era el regalo, ya que fue una gran sorpresa.

— Y propongo un brindis por Edward Pierce, el héroe del día. — aplaudieron luego de juntar sus bebidas, al menos por esa parte podía sonreír y sentirse bien, ya que tener a su mate enfadada evitaba que pudiera hacerlo.

Las pizzas fueron terminadas en menos de lo pensado, pero se logró saciar el hambre. Miraba a Savannah por un par de segundos cada vez que tenía la oportunidad y no era visto por algunos de los presentes. O eso creía.

— Savannah, ¿puedes venir unos minutos con nosotras? — ella miró a Chiara y Cassie, quienes se veían serias, pero no tanto.

— Claro, y Edward...

— Tranquila pequeña, puede quedarse con nosotros y platicamos, seguro que no tiene problemas. — interrumpió su padre. Estaba insegura, aunque si lo pensaba bien, ¿qué tan malo sería dejarlo sin tu compañía con tu familia y amigos? Posiblemente sólo revelarían algunas cosas vergonzosas.

— Ve, yo estaré bien. — Edward logró convencer la y Savannah subió junto con las chicas.

Una vez cerraba la puerta de su antigua habitación el interrogatorio comenzó.

Unida Incondicionalmente al Alfa | Libro 1 |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora