La prueba

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La ahora Anko se sintió tan pequeña al entrar a la casa principal del jefe del clan, haciéndole recordar para su desgracia la posición en la que estaba, solo era una humilde campesina con un departamento de 4x4, no se estaba quejando, solo que la vida no era justa.

Aunque mejor sola que vivir dentro de un clan como Uchiha o Hyuga, no retaba al destino, porque luego uego podría terminar dentro del cuerpo de alguien de esos clanes, no quería tentar su suerte, dio un largo suspiro para volver a la realidad.

Tenía que prepararse para ser observada por el mejor estratega del mundo de Naruto, un hombre intimidante detrás de una máscara perezosa, de todos los clanes... este le dificultaría engañar... Los Nara.

Se tragó su nerviosismo para poder fingir más, hundirse en su mentira de ser la chica a la que poseyó, enfocándose en seguir al escolta que le guía a su destino, necesitaba un distractor para calmarse, así que observó a su alrededor.

Su yo diseñador le indicaba que tenia una estructura elegante, las puertas incluso de papel tenian un aire interesante, con ligeras texturas que cualquiera no notaria, pero ella siendo mas visual le llamaba la atención.

Todo bajo una misma bandera, lo tradicional no pasaba de moda y en Konoha abundaba mucho, desde el mas ligero campesino y ahora incluso entre los clanes nobles, con ligeras pizcas de modernidad.

Recordó las casas feudales en los documentales japoneses que veía de vez en cuando en National Geographic o History Channel, extrañaba la temporada de ocio sin necesidad de cuidarse de hacer mal un movimiento, ser vigilada desde que salio del hospital era cansado.... pero trato de no pensar demasiado en eso.

Esperaba pronto regresar, quería su hogar... su familia, su cuerpo y sobretodo su intimidad.

La casa resultó ser sorprendentemente grande, pudo ver un gran porche con un lago en medio con vista directa al bosque que se decía era su pertenencia, otra vuelta y llego a una habitación con dos puertas anchas.

Ahí el escolta se detuvo para abrirla, inclinándose con respeto...ella hizo lo mismo torpemente, pero manteniéndose bien posicionada... los modales no eran lo suyo, ni para Alba ni para Anko, pero lo intentaba.

-Buenos días Anko-Chan, pensé que tardarías mas- la voz gruesa del jefe del clan Nara la llamo mas adentro, pasando con confianza al lugar requerido, tenia que hacerlo... para mantener a Anko bien si ella regresaba a su hogar.

-No tenia mucho que hacer la verdad y como dijo que le urgía que alguien le ayudara -se encogió de hombros con seguridad falsa para mirarlo de regreso con una sonrisa, el optimismo en momentos oscuros podría hacer maravillas con su mente en este momento, olvidando por completo su depresión (o falta de ella) para seguir adelante con lo que fuera se parara frente a ella.

Por la pequeña Anko, por su familia y por ella, no queria saber si morir era malo en esta vida prestada.

-Se podría decir - el hombre bajo los papeles descansando las manos sobre el escritorio, la puerta se cerro detras de ella dejándola sola con la bestia, sus pensamientos iban acelerados al 1000 y estaba segura le sudaban las manos o tal vez era su imaginación.

No lo queria averiguar.

¿Si saliera corriendo la perseguirán? se preguntó distraídamente tratando de no mirar mucho mas allá de la figura masculina frente a ella, la ventana nunca se vio tan tentadora como en este momento para la pobre usurpadora de Anko, quería correr.

Su maldita responsabilidad le detuvo de probar de nuevo sus habilidades y suerte para huir.

- y bien... Supongo que le ayudaré en su papelería-instintivamente miró alrededor con calma tratando de romper el hielo y dejar la ventana en paz, la pila de carpetas, pergaminos y libros estaban por todas partes, ordenados en un desorden que sabía solo los inteligentes padecían, típico.

La Máscara de AnkoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora