63• Límites

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El chico parecía tener una piel tan fina, su cabello hermoso y sedoso, sin contar el aroma tan refrescante que emanaba.

Atraía muchas miradas, en definitiva era llamativo aunque quisiera enterrarse y esconderse.

Siempre buscaba esconderse con ropa grande, incluso solía peinarse no tan llamativo, su cabello era de un color inusual pero tampoco llamaba la atención.

¿Entonces que hacia mal?.

Todos le observaban en aquella cafetería.

Sus mejillas estaban coloradas de la vergüenza, ¿En qué momento llegaría su compañero?.

Era cierto que solía llegar diez minutos antes de la hora acordada, pues la imputualidad no era una cosa que le gustase.

– ¿Ordenara algo?– el castaño de sonrisa bonita y piel de porcelana se acercó amistoso, plantandose ante aquel chico que vio una ocasión en fotografías.

Daishiō le observaba de lejos pretendiendo que no le importaba pero con disimulo echaba una mirada al chico llamativo.

Ahora entendía los encantos de los que tanto hablaba su amigo.

– Una taza de café con leche –

– Ahora mismo traeré tu orden –

Sugawara tenía la impresión de que le observaban o más bien le estaban analizado.

El camarero se dirigió hasta donde se encontraba un peliverde e intercambiaron palabras.

Tenía la sensación de que hablaban de el.

Quizás era meramente impresión suya.

Al rededor de unos cinco minutos llego el peliverde con la taza de café.

Se veía tan fresco y deslumbrante como el castaño.

¿Acaso ser bonito era un requisito para el trabajo de camarero?.

– Esto es cortesía de la casa –

Siquiera había notado que el otro traía consigo una porción de pastel de chocolate.

Se veía totalmente delicioso, aún así no estaba seguro de comerlo.

Podía notar la mirada insistente del primer chico que le atendió.

Y el que ahora le atendía parecía que buscaba ver cada facción en su rostro.

– Gracias – tampoco pudo rechazarlo y ser descortés.

Solo rezo por qué su acompañante llegará.

No quizo probar el café o el pedazo de pastel que le habían llevado, nisiquiera cuando el peliverde se dio la vuelta volviendo con el castaño para compartir palabras.

En definitiva estaba incómodo, quería enterrarse tres metros bajo tierra en ese instante.

Su calma se noto cuando vio al fin a su cita atravesar la puerta.

Todo su cuerpo se alivio dejando que de sus labios se escapara un suspiro.

Sentia que acababa de ocurrir un milagro, mejor que cualquiera de la rosa de Guadalupe.

– Suga – nombró el pelinegro con una flor en mano – ¿Esperaste mucho tiempo?, Te dije que llegaras a la hora que acordamos, no tienes que estar aquí mucho antes –

– ¿Eh?, No – parpadeo varias veces sonriendo para el – No fue mucho tiempo – el contrario alzó una ceja – Diez minutos – murmuró bajo.

¡Mᴀʟᴅɪᴛᴏ Aʟғᴀ! Donde viven las historias. Descúbrelo ahora