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Cassiopeia se removió en su lugar, incómoda. Habían dejado Escocia atrás hacía mucho, y ya comenzaba a ponerse ansiosa gracias a su acompañante. Secuestrador, mejor dicho.

Luego de salir de la escuela, el hombre la metió en un pequeño jet que era parecido a los que S.H.I.E.L.D tenía. En ese momento, Cassie temió por primera vez. Ella sabía que el Soldado del Invierno era el arma secreta de HYDRA, pues se lo había contado Natasha a quien le tocó enfrentarse a él y salió herida. Que el Soldado tuviera uno de aquellos jet sólo podía significar que HYDRA se había infiltrado en S.H.I.E.L.D.

Tal vez llevaban tiempo infiltrados, tal vez había infiltrados desde el comienzo. Sea como sea, Cassiopeia se estaba metiendo con gente peligrosa y debía hacer algo.

Su I.A le informó que ya estaban llegando a Nueva York, así que no le quedaba otra más que improvisar. Agradeció que no estaba atada, pues el adulto no parecía considerarla un peligro.

Soltó un suspiro, con la clara intención de llamar la atención del hombre, pero él la ignoró. Ella rodó los ojos y volvió a suspirar ruidosamente, obteniendo el mismo resultado. Repitió la acción, pero haciendo más ruido esta vez.

—Basta —ordenó el hombre.

Cuando corrió la mirada para fijar sus ojos en ella, Cassie pudo tener una imagen completa de su rostro. Lo miró fijamente unos segundos hasta que lo reconoció. Lo había visto en un museo, su biografía y foto estaban al lado de la biografía de Steve.

Lo miró aturdida, pero enseguida se recompuso. No entendía qué estaba sucediendo, pero ahora que tenía la atención del hombre no podía desaprovechar la oportunidad.

—Vaya, sabes hablar —espetó ella. El hombre volvió la mirada al camino—. Buenos golpes los de hoy. Quiero decir, para ser un anciano.

Definitivamente debía dejar de pasar tanto tiempo con Tony. Era una mala influencia.

—Cállate.

—¿Vas al gimnasio? —preguntó, ignorando el tono brusco de su voz.

—Deja de hablar.

Cassie se levantó del suelo del jet intentando hacer el mínimo de silencio y comenzó a acercarse a él.

—A mí me entrenan mis padres.

—No me importa.

—Aunque también voy a una escuela para que me enseñen magia.

—Sigue sin importarme.

—Tal vez te importe esto. Debiste haberme atado.

El Soldado intentó agarrar el arma que tenía en su cintura cuando notó que Cassiopeia se había acercado, pero ya era demasiado tarde. La morocha agarró su muñeca y la dobló utilizando todo su peso. Le dio un rodillazo en el estómago y tomó su varita.

The Avenger PotterDonde viven las historias. Descúbrelo ahora