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Desde su lugar, Cassiopeia observaba el edificio de Jordan. El oficial estaba justo saliendo con su uniforme puesto, listo para ir a trabajar.
Cassie lo miró desde la vereda de enfrente, oculta entre los arbustos.
Al volver de la Cacería, los habitantes del pueblo no recordaban nada, todos habían retomado su vida desde donde la dejaron cuando desaparecieron. La ojigris no había revisado los mensajes de su teléfono ni había ido a ver a Jordan. No sabía si le daba más miedo que él no la recordara o que, por el contrario, sí lo hiciera.
¿Qué debía hacer si ese era el caso? Sabía que Jordan se había encariñado con ella de la misma manera que ella lo hizo con él, por ende sabía muy bien que no la dejaría ir a Hogwarts conociendo todos los peligros que había en el colegio. El vínculo que compartía con él era tan fuerte como el que compartía con Scott, se necesitaban mutuamente.
Al crear su profecía, Asteria no la unió con los Sabuesos, pero siempre fueron parte de Hécate. Durante milenios, la Diosa de la Magia contaba con su protección y compañía.
Ya no podía deshacer lo que habían pasado, pero podía alejarse y evitarle a Jordan salir herido. El simple hecho de estar cerca de ella lo ponía en peligro.
Se alejó en silencio, saliendo de su escondite hacia el centro de la plaza para cruzar a la vereda de enfrente, pero una figura se interpuso en su camino. Apretó los labios al reconocer al rubio. Se había despedido rápidamente de los chicos de la manada en la casa de Scott antes de salir, pero ninguno de ellos sabía que Cassie no planeaba volver.
Pero parecía que él no era tan fácil de engañar.
—La casa de Parrish queda para el otro lado —comentó.
—No voy a su casa, Brett.
—¿Y a dónde vas?
Cassie suspiró, incómoda. No quería despedirse, no de él. Brett era muy bueno pero Cassiopeia no era estúpida, y aunque el rubio no tenía malas intenciones, sabía que no sentía por ella lo mismo que sentía por los demás chicos de la manada.
Y si bien era agradable y divertido, Cassie aún no se había permitido sanar del todo luego de su desastrosa separación. Agradecía que Brett lo comprendía y no intentaba hacer ningún movimiento.
—Hogwarts —respondió finalmente. Sin necesidad de decirlo, ambos caminaron hacia un banco y se sentaron, apoyándose en el respaldar—. Todo este tiempo aquí me ayudó a ordenar mis pensamientos pero debo volver.
—¿Por qué?
—Porque me necesitan —explicó—. Harry me necesita. Hay mucho que tengo que explicarle, sobre Dumbledore y Voldemort. Aun debemos encargarnos de él y sus mortífagos. Están aterrorizando al mundo mágico.
