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Wanda soltó un quejido cuando un dolor insoportable se instaló en lo más recóndito de su cabeza. La magia con la que estaba entrenando se salió de control y la envolvió por completo, para luego fluir y cubrir por completo la habitación, como le había sucedido cuando creyó que Pietro había muerto.
Sentía el mismo dolor, la misma desesperación, pero no comprendía lo que sucedía. Su hermano estaba a salvo, podía verlo a través del vidrio que separaba las habitaciones de entrenamiento.
Pietro y Steve entraron a la habitación y se dirigieron a la adolescente. Wanda volvió a quejarse, apretando sus párpados con fuerza.
—¿Wanda? Wanda, ¿qué sucede? —preguntó su hermano, tomándola en brazos. Ella se quejó.
No sabía qué le estaba sucediendo, solo quería que parara aquel dolor insoportable. Podía sentir el enfado y el odio creciendo dentro de ella, el mismo odio que sintió cuando Ultron lastimó a su hermano, pero no sabía a qué se debía ahora.
Hasta que volvió a cerrar sus ojos, y al abrirlos ya no estaba en la sala de entrenamiento. Ni siquiera estaba en el complejo de los Vengadores. Estaba en un lugar oscuro y frío, sola. O al menos eso creyó hasta que miró debajo suyo y vio a una mujer a sus pies, gritando. Tenía sus manos tendidas hacia ella, torturándola. No sabía cómo, pero le estaba haciendo daño. Ella era la razón por la que gritaba, pero Wanda no era la responsable de sus acciones.
A su lado, había un hombre de ojos marrones y cabello rubio, siendo sostenido por un mago que ella reconoció enseguida.
Sirius Black sostenía al hombre, con su varita apuntando directamente a su cuello. Harry, a su lado, también lo apuntaba. El hombre respiraba aceleradamente y tenía los párpados caídos por el cansancio, pero no parecía tan mal como la mujer en el suelo.
—Eso fue por mi tía —oyó a Harry murmurar en su dirección—. ¡Crucio!
El hombre soltó un quejido de dolor pero no llegó a gritar, lo que pareció enfadar a Harry aún más.
—Eso fue por mi hermana.
Una mano envolvió la suya, evitando que siga torturando a la mujer a sus pies, pero antes de poder descubrir quién era Wanda estaba de vuelta en el complejo, entre los brazos de su hermano.
Steve tenía una mano en su frente, la cual sacó apenas la chica abrió los ojos. Wanda tomó su mano, muy asustada.
—Es Cassie —balbuceó—. La vi, Steve. Vi a su tía.
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Le tomó todo de él mismo dejar ir a su prima, pero su sobrina parecía perdida. Se veía igual de loca que la misma Bellatrix, y él sabía que eso solo podía significar una cosa: iba a terminar matándola.
