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Beacon Hills no era tan grande como Londres, y desde luego no era tan interesante como Nueva York, pero aquel pueblo tenía algo que llamaba muchísimo la atención de Cassiopeia.
O tal vez simplemente se debía a que la misma manada había convertido a Beacon Hills en un faro de lo sobrenatural al darle vida a un extraño y viejo árbol. Cassie no solía ponerle mucha atención a Scott cuando hablaba, así que la verdad no tenía todos los detalles de lo que había pasado, pero sí recordaba que Aiden y Ethan habían estado con los malos.
Cassie puso la cafetera del loft a funcionar sin necesidad de levantarse de la silla, logrando que Aiden rodara los ojos.
Solía pasar más tiempo en el loft con el castaño que en la casa de Madelaine, y aquello se debía a que no le caía muy bien al padre de la pelirroja, un detective del FBI que solía estar más en Nueva York que en Beacon Hills, pero por alguna razón había decidido tomarse unas vacaciones. Tal vez era porque se había enterado que su hija vivía con una Vengadora, y no confiaba en ella.
Sus vacaciones también se habían alargado un poco más. Le había prometido a Regulus que volvería a Grimmauld Place antes de que empezara el año escolar, pero no podía quitarse el presentimiento de que la necesitaban más en Beacon Hills que en Londres. De todas maneras, Regulus iba a mandarla a Hogwarts y debía ser una adolescente normal como hacía Harry, mientras pretendían que no los estaban preparando para una guerra.
Cassiopeia estaba cansada de pretender ser algo que no era. Si ella debía salvar el mundo mágico y dar su vida en el proceso, lo haría a su modo.
Por su lado, a Scott McCall también le gustaba pretender ser un adolescente normal. Solo que estaba vez no estaba pretendiendo. Algo malo estaba sucediendo en aquel pueblo. Gente estaba resucitando, otros desaparecían, y ella no iba a ignorar lo que sucedía.
Aiden se sentó en el sillón a su lado cuando el café estuvo listo y sacó los libros de su escuela. Lydia le obligaba a sacarse buenas notas para poder entrar a una buena universidad, porque después de todo no iba a vivir en el loft de Derek toda la vida.
Aquella era la única diferencia que tenían. Ellos sí se preocupaban por su futuro, mientras que Cassie ya sabía que no tenía uno.
—¿Me ayudas con Geometría? —preguntó el chico. Cassie alzó una ceja—. Tienes las mejores notas de tu escuela, ¿cierto?
—Voy a una escuela de magia —le recordó, haciéndolo suspirar—. La verdad, es que apenas terminé la primaria.
—Creí que eras inteligente. Así, súper inteligente. Como Lydia —confesó el muchacho.
—Lo soy. En el mundo mágico soy la bruja más inteligente de Hogwarts —explicó—. Aquí, apenas sé leer.
Cassie notó la frustración de Aiden en su rostro, por lo que dejó el café en la mesa y se acercó al chico.
