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Los cinco adolescentes se metieron con rapidez a la casa del hombre desconocido que seguía peleando con los mortífagos.

Resulta que Voldemort había colocado un hechizo en Hogsmeade que se disparó cuando los chicos aparecieron. Por suerte, un hombre salió de su casa y se puso a discutir con los mortífagos que aparecieron, dándoles tiempo a los chicos para meterse a su casa.

Lo primero que vio Cassiopeia, fue el cuadro de una niña rubia que los miraba de manera dulce y ausente, y en el mueble debajo de este un espejo rectangular idéntico al que tenía Harry, que pertenecía a James. No llegó a mirar mucho más, porque el hombre cerró la puerta con fuerza y se acercó a ellos.

—¿Ustedes están locos? —espetó el hombre—. ¿Cómo se les ocurre venir aquí?

—Gracias —dijo Harry, corriendo su vista del espejo—. Nos ha salvado la vida.

El hombre gruñó, mientras el ojiverde lo miraba intensamente, como si estuviese buscando algo debajo de su cabello platinado y aquella larga barba. Sus ojos azules lo miraban con mucha intensidad, pero él no decía nada.

—Era usted. A quien vi a través del espejo —dijo Harry—. Usted nos envió a Dobby.

El hombre asintió y miró alrededor, buscando al elfo.

—Creí que vendría con ustedes. ¿Dónde lo dejaron?

—Está muerto. Bellatrix Lestrange lo mató.

—Lo siento —dijo con honestidad—. Ese elfo me caía bien.

Cassiopeia se sentó en un sillón de una plaza y observó al hombre en silenció, que comenzaba a prender las lámparas tocándolas con la varita, evitando la mirada de los adolescentes.

—Usted es Aberforth.

Aberforth no lo confirmó, pero Harry tampoco estaba preguntando. Aquel era Aberforth Dumbledore, y la niña del cuadro era Ariana, los hermanos del fallecido director de Hogwarts.

—¿De dónde sacó esto? —preguntó Vega, agarrando el espejo de la repisa. El adulto terminó de prender la chimenea y la miró.

—Se lo compré a Dung hace como un año —explicó—. Albus me explicó para qué servía. Me ayudó mucho para seguirles el paso.

—¡La cierva plateada! ¿La envió usted?

Cassie se mordió el interior de su mejilla ante la pregunta del mayor, pero su prima fue quien se le adelantó para responder.

—No seas idiota. ¿No viste que su patronus era una cabra?

—Bueno —respondió, mordaz—. Tengo hambre.

The Avenger PotterDonde viven las historias. Descúbrelo ahora