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Sus manos se aferraron a la espalda de la menor cuando se lanzó hacia él, intentando derribarlo. El Soldado del Invierno la tiró al suelo sin esfuerzo. La morocha intentó patear sus pies, pero Bucky reaccionó antes y tomó su pierna para alzarla y tirarla sobre una de las mesas de la cafetería del lugar.
Cassiopeia tosió y respiró hondo, intentando recuperarse, mientras que Sharon y Natasha aparecían para atacarlo.
Dos manos agarraron los brazos de Cassie y la alejaron de la escena, colocándola en un lugar seguro. Tony la apoyó sobre una pared.
—¿Estás bien, Cassie?
Cassie negó con la cabeza y sacó el brazo con el que estaba tapando su torso. Un trozo de cerámica de una taza rota sobresalía.
—Solcito...
—No se curará hasta no sacarlo —explicó entrecortadamente. Sus manos temblaban.
Tal vez su curación rápida la sacaba de muchos apuros, pero eso no significaba que la herida no doliera como el demonio.
Tony agarró el borde de la cerámica y comenzó a tirar de ella, hasta que estuvo fuera del cuerpo de la menor por completo. Cassiopeia soltó un suspiro mientras la herida se cerraba.
—Sal de aquí, solcito. Yo te cubro —dijo Tony, pasando el brazo de Cassiopeia por sus hombros para levantarla. Ella negó, rehusándose—. Esta no es tu pelea, Cassie. Vuelve a casa.
—Tony, estuve en su mente —balbuceó la chica, observando a Bucky ser golpeado una y otra por Sharon y Natasha—. Es un remolino de recuerdos y pensamientos. No sabe qué es real y qué no. No sabe si está soñando o si está despierto, o cuándo está siendo controlado. Necesita ayuda.
—Lo sé, Cassie. Pero no hay nada que tú puedas hacer...
—Hay algo que tienes que saber —lo interrumpió—. El supuesto doctor quiere usar a Bucky para destruir a los Vengadores, Tony.
—¿Por qué?
Cassiopeia miró a Tony insegura. No había duda en que amaba a ese hombre de la misma manera en que amaba a Sirius y Regulus, lo amaba como a su familia. Después de todo, Tony le había hecho su primera habitación, la consentía de todas las maneras posibles, había dejado de lado sus intereses para protegerla a ella más de una vez.
Él merecía saber la verdad, y si la sabía de parte de ella el golpe no sería tan duro. No iba a permitir que aquel psiquiatra falso arruinara aún más a su familia. Era su deber mantenerla unida, y debía comenzar por acabar con los secretos. Contrario a lo que Steve creía, mantener ese secreto oculto no iba a proteger a nadie.
