- La llegada -

908 40 3
                                    

Q U I N N
LONDRES - 2003

El frío se cuela por mi ropa y la mano con la que sostengo los dedos de mi madre, está empezando a doler por el frío. La nieve cae sobre nosotras y entra por los huecos de mi abrigo o resbala por la tela.

Le dije a mamá que debíamos traer las revistas para cubrirnos, pero dijo que no iban a ser necesarias, que yo no iba a volver a pasar nunca más frío.

Caminamos y caminamos durante un largo tiempo... Tengo sueño y tal vez un poco de hambre. El arroz helado de ayer ya está dejando de hacer efecto y mis tripas empiezan a crujir.

Mi madre presiona mi mano cuando empezamos a subir  las largas escaleras de una casona enorme, tal vez la más grande que jamás vi.

Entramos.

— ¿Nombre?

— Quinn... Be...Brown — dice mi madre con la voz medio quebrada.

— ¿Edad?

— Tres años.

— ¿Quiere... quiere que le demos información sobre usted, cuando crezca o cuando la niña lo solicite?

Los ojos azules de mi madre se cruzaron con los míos y no entiendí porque lloraba, lágrimas caían y le empapaban el rostro.

— No, ya sabes cómo son las cosas  — nuestras manos seguían unidas y ella las presiona más fuerte, como si quisiese que jamás nos separemos.

— Lo... se mi se... eso es todo — dice la mujer que habla con mi madre medio temblorosa.

La mesa en la que ella está sentada es demasiado alta y no puedo verle la cara, solo alcanzo a ver un rodete rubio que sobresale por detrás de la pila de carpetas y papeles que hay sobre el mármol oscuro.

— Gracias... Voy a hablar con mi hija — Claro señora.

La mujer se baja de la silla y sale de espaldas por una puerta tamborilleando sus tacones contra el piso. La miro perderse por el pasillo y un gato negro la sigue saliendo por una abertura lateral.

Los fríos dedos de mi  madre rozan con delicadeza mi rostro y toman por el mentón haciendo que mis ojos se encuentren con los suyos. Su mirada es gélida y brillosa por las lágrimas, me repara con ternura y dolor.

— Quinn. Princesa, te amo. Mamá te ama ¿lo sabes?

— Si, mami.

Ella se acerca y me da un beso en la frente.

— Se que eres muy pequeña Quinn, pero quiero decirte algo — se calla unos segundos y otra lagrima rueda por su mejilla pecosa.

Yo asiento en silencio.

<<¿Por qué me está diciendo esto? ¿Porqué estamos aquí? >>

— Quinn, hago esto para que seas feliz y puedas tener una vida normal y tranquila sin todas las cosas que en estos momentos estoy pasando. — suspira — No nos volveremos a ver, pero tú siempre tendrás a tu madre que te querrá más que a nada en esta tierra — se le quiebra la voz y una lágrima resbala por mi mejilla.

RAMÉDonde viven las historias. Descúbrelo ahora