Verdades

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F R E D

Mis ojos detallan el portarretrato que encontré bajo unos papeles de mi padre. Sacaron la foto hace unos veinticinco años. Mattia, Lorenzo, mi padre madre y yo, miramos a la cámara.

Mis manos lo toman y lo estrello al suelo. No me gusta saber que mi padre, quien me abraza en la foto me trató como basura y ni siquiera mientras vivía trató de hacer bien las divisiones. Y no es un problema de riquezas, simplemente que toda la vida Lorenzo y Mattia tuvieron más reconocimiento que yo.

Yo quien destacaba en el colegio, deportes y cuidaba a mi madre mientras moría sola en una habitación. Llena de gente que no le importaba más que algún día ser el jefe. El tema de la familia fue algo que mi padre nos inculcó toda la vida, pero que la arrogancia no los dejó aprovechar.

— Vamos a jugar a la playa Fred, avísale a papá — gritó Lorenzo.

Estaba con el desayuno y medicamentos de mi madre. Asentí sin decir más y empecé a subir las inmensas escaleras del castillo.

Recuerdo cómo la cerámica tamborileaba mientras subía los escalones. Las mucamas me habían repetido varías veces que ellas podían  servirle el desayuno a mamá, pero yo no podía sacarme de la cabeza, como ella me preparaba huevos y tomate a la mañana, o como para el ultimo cumpleaños de los tres antes de que se enfermara, el de Mattia. Había pasado toda la mañana decorando una torta de piratas con el chocolate favorito de mi hermano.

A veces me costaba entender como ella podía formar parte de este mundo, que tenía más cosas malas que buenas. Todo esto era lo opuesto a ella, que lo único que hacía era irradiar luz, fue una muy buena madre y el que haya enfermado una verdadera lástima.

— Permiso — dije antes de abrir la puerta y entrar a la habitación oscura.

Tenía dieciséis años y desde los doce, mamá enfermó de la nada. No sabemos que tiene ni cómo, solo que es de poca importancia para la familia.

— Mamá hice tortitas — me acerqué viendo que el té no caiga sobre la miel.

Ella no contestó, tenía los ojos cerrados, así que dejé la bandeja a un lado y me acerqué con el plato y la taza de té para despertarla. Le di un beso en la frente y estaba fría — Mamá.

En ese momento no asimilaba lo que podría pasar, no dimensionaba que esto podría en algún momento pasar. Tomé su brazo y lo sacudí levemente — Mamá — repetí con insistencia. Y mi oído se acerco a su pecho... Nada.

No sentía nada, nada bombeaba, nada latía, nada respiraba. La taza se me cayó al suelo y me alejé cuando caí en cuenta de que el cuerpo helado y pálido, de mi madre, estaba muerto.

Una mucama sintió el ruido y entró, me encontró con mi mano agarrando la de mi madre y un grito ahogado me hizo reaccionar. Me puse de pie de prisa, y le di otro beso a mi madre, esta vez uno de despedida.

Salí de la habitación y fui a la mía, donde tomé un poco de dinero que tenía ahorrado, ya que yo no recibía una mesada millonaria como mis hermanos, pero claro, tampoco me faltaba. Busqué un abrigo y tomé un papel con un bolígrafo.

Salí del castillo y mientras lo hacía veía, cómo todos corrían hacía la habitación de mi madre. Abandoné el castillo y me llevé uno de los autos de la familia, conducí hasta la estación de tren donde compré un boleto hacia Londres. En el trayecto escribí una carta a Luisa, básicamente en esta le explicaba lo sucedido y como estaba dejando a mi familia atrás, sin muchas vueltas le dije que la amaba, le dije lo cierto.

Un mes después nos encontramos en Washington, estaba embarazada. No me sorprendió, pero tampoco me enfadó, quería a ese bebé simplemente por ser de la familia.

Vivimos unos meses y cuando la bebé nació, y Mattia llegó al país, Luisa huyó una noche. No supimos mucho de ella, ya que no dejó huellas, pero luego nos enteramos que estaba en Londres y que ya no estaba con La Niña.

Así pasaron los años, no sabíamos el nombre de la bebé y tampoco si Luisa respiraba, pero mi hermano la fue dejando atrás. Mi padre murió y cuando se enteró que yo había escrito esa carta a la... esposa de mi hermano, y futuro capo, me desheredó.

<<Capo: jefe en italiano>>

El poder de Luisa lo tenía mi hermano, ya que ella también iba a ser la capo, pero como a ella no le importaba y se vino a Estados Unidos, cuando le mandé la carta, todo quedó en manos de mi hermano, pero aún con el nombre de Luisa.

Luisa como ya dije, desapareció. Yo me enteré que mi sobrina era una pelirroja y que estaba en el orfanato que había creado mi padre, con los Petrov y otros clanes mas, pero que el proyecto había fallado, ya que lo manejaba gente...común.

Andrey, mi ex mejor amigo, ya que Mattia le había hecho una mala jugada traicionándolo, había mandado a su hija allá unos años antes que Quinn, entrance. La esposa de Andrey, había estado en contacto con Mara y Luisa, así que también habían dejado a sus hijos, pero en diferentes fechas para que los jefes de los clanes no sospecharan.

Todo estaba planeado, pero claro, nada iba a durar para siempre y como mi familia había dejado de importarme hace mucho, conocí a una nueva, y emprendí con ellos, la búsqueda de mi herencia para poder largarme y tener la vida, que no se si me merezco, pero quiero. Porque después de todo yo también había sido criado para ser un jefe, simplemente que por preferencias, había quedado en la sombra.

Salgo de mi habitación encontrándome a Nicholas. Caminamos por el pasillo y llegamos hacia la terraza donde nos sirven el almuerzo y discutimos sobre la misión "Juego final"

RAMÉDonde viven las historias. Descúbrelo ahora