Lo siento

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G A V R E L

El plato de comida descansa enfrente mío, mientras compartimos el almuerzo, con Quinn y Candice. Andrey tenía asuntos y decidimos tener la comida en el balcón de la habitación de la pequeña.

— ¡Estuvo delicioso! — dice dejando su servilleta y bajándose de la silla.

Corre hacia James, que es el soldado que nos respalda y le choca los cinco, antes de entrar a jugar a su cuarto.

— ¿Estamos seguros? — pregunta Quinn, para James.

— Todo apagado — responde el soldado y Quinn se vuelve hacia el.

— Bien, entonces cuéntanos qué vamos a hacer.

— Desde la central de Londres, empezaron a planear una misión, en esta vamos a tratar de llegar a... — los ojos de James se encuentran con los míos — Andrey, vamos a tener que capturarlo y llevarlo junto a Mattia y Jack, a la prisión de allí.

— Bien, ¿cuando? — responde Quinn.

— Hoy me van a avisar si las celdas están preparadas y si es así, entre mañana y pasado.

— ¿Los encerraremos y así no más?— digo.

— Ahora viene el problema... — suspira — Si Mattia no está al mando de los italianos, ¿porque no atacan? ¿Porque no se revelan? Algo está pasando, o alguien los está dirigiendo, porque no se sabe nada muy nuevo...

Quinn y yo asentimos.

— Solo que Nicholas el sotto-capo o underboss de Dane, sería el que toma el poder... de ambas mafias, porque tu no estás.

— Y no lo estaré.

— Por eso, debemos actuar, si tenemos a Andrey y Mattia, ganamos prácticamente, el resto será mucho más fácil, mucho más rápido.

— ¿Como continuaremos?

El nerviosísimo se le nota a simple vista — Cuando captúrenos a Andrey, Gavrel será el boss, entonces todo esto será más difícil de lo que pensamos.

Un silencio profundo se hace entre nosotros — ¿Y no podemos terminar todo esto, con ayuda de la central militar de Londres? — dice Quinn.

— Eso haremos..., pero si te refieres a que ellos nos ayuden a terminar con la red de mafia, eso es imposible. La mafia no se irá. Debemos cortar las redes más débiles para que esta sola, se caiga.

— Aquí en Rusia, la de trata de blancas y drogas son las más importantes — digo recordando lo que mi padre dijo.

— En Italia, el tema de tráfico y creación de drogas sobresalían — dice Quinn.

— Bien, entonces vamos a ir paso por,
Paso. Ahora que estamos en Rusia, acabaremos con el tráfico de blancas y luego junto a los italianos, veremos cómo acabar con las drogas.

Me muevo inquieto recordando el "regalo" de mi padre, ayer a la noche cuando pasó por mi habitación.

— Bien — concluye Quinn, mirándome.

RAMÉDonde viven las historias. Descúbrelo ahora