Un azúl

53 3 0
                                    

Q U I N N
Once meses después

La gotera me despierta mientras intento reincorporarme. Un día más, y la rutina se repite. Bostezo mientras me siento en mi cama. El desayuno en mi balcón ya está servido, una chica llamada Leila me lo prepara todas las mañanas.

Mi reflejo se ve en el espejo qué hay a un costado y le doy un sorbo a mi café amargo. Muerdo una tostada y disfruto del panorama que Italia me brinda.

— ¿Cómo durmió hoy?

— Bien — respondo fríamente antes de volverme a la habitación.

Entro a mi cuarto y me siento en mi escritorio donde un juego de acuarelas descansa sobre la mesa. Tomo un pincel y antes de colocarlo en el agua me vuelvo hacia la mucama — Puedo estar sola, te haré saber si te necesito — la chica asintió y salió por la puerta.

Mis dedos toman el pincel y lo llevan al agua, donde lo mojo para luego introducirlo en el color celeste.

Lo aclaro, lo oscurezco, pero no me queda. Hay un celeste que estoy buscando hace días y que no logro conseguir, es uno intenso, oscuro, claro, frío, cálido, especial... Y está en mi cabeza, sin falta, todas las noches antes de irme a dormir, pero no consigo plasmarlo.

— Vas a romper el papel si sigues mojándolo así — dice Mattia en el marco de la puerta, de mi habitación.

— Estoy ocupada — respondo con enojo, ya que se que día es hoy.

— Cuore, tenemos una actividad pendiente para el día de hoy.

— ¿Cual? ¿Inyectarme cosas y luego salir a la playa en familia? — mis ojos lo acusaban.

— No vas a conseguir nada negándote, en una hora te quiero en el laboratorio y lleva a tu hermana. Hoy es un día especial.

Limpio el pincel y cuelgo en la pared el ojo que dibujé. Hay muchos, demasiados, de diferentes colores, formas... Algunas pupilas más dilatadas que otras, algunas pestañas más gruesas que otras... Pero ninguno igual al que mi mente proyecta.

Me recojo el pelo en un moño y un poco frustrada salgo de la habitación para cruzarme a la de mi hermana.

— Hola — saludo cuando la veo arremangarse las mangas de su vestido largo.

— ¿Lista?

— Si — responde y me sonríe para luego abrazarme.

— Quinn... — dice Noor tomándome las manos — ¿Me dejas decirte un secreto?

— Claro.

— Feliz cumpleaños — me susurra en oído .

Las palabras flotan unos segundos y luego la miro — Hoy no es.

— ¿Enserio? Lo siento — suelta una risa con los ojos llorosos — Me confundí.

— Aún falta — digo con la mente un poco cansada, ya que busco y busco, pero nada me hace encontrar esa fecha.

— Claro, ¿Vamos?

Asiento y salimos de su habitación para dirigirnos hacia el laboratorio. El lugar es frío, siempre tienen el aire demasiado bajo. Sacan la aguja de la funda negra y la llenan de un líquido amarillento, lo mismo sucede con la de Noor, solo que la de ella es transparente.

Hace unos meses ya terminó con la desintoxicación que había tenido por una mezclas de químicos que ingirió de pequeña. Fue un trabajo muy largo, ya que se bebió una droga asesina, pero que con ayuda de uno descubrimientos pudieron alargarle básicamente, la vida.

Presiono los ojos tras el pinchazo y mis dientes castañean cuando el brazo se me pone tenso, demasiado, casi como una piedra. El pinchazo duele, arde, y son unos segundos hasta que siento en mis venas el líquido esparcirse en mi sistema. <<Verdaderamente, ¿que hice para merecerme esto? >>

El mareo es inmediato y la cabeza me cae en el cabecero, mi mente se obliga a descansar o quedar inconsciente, últimamente ambas son muy parecidas.

#

El ruido del viento golpeando las puertas de mi habitación, me hacen desconcentrar. Leila se encuentra en mi armario buscando un atuendo que usaremos para hoy, mi padre nos invita a una cena en la ciudad, lo cual es muy extraño ya que pocas veces salimos del castillo.

— Leila — llamo a mi mucama dejando mi libro a un costado — ¿A qué hora debemos estar abajo para cenar?

— A las nueve — sale de mi vestidor — Aún faltan cinco horas, señorita — la mujer no me mira a los ojos y lo agradezco, el tener heterocromía es algo extraño para la mayoría y no estoy de humor de tener que estar soportando miradas.

— Quiero ir a la playa — declaró — ¿Puedes prepárame el bolso?

— Claro.

Responde y salgo de mi habitación para ir a la de Noor, que se encuentra tumbada en su cama, con el mando de la tele eligiendo una película.

— Noor — la saludó  — Voy a la playa, ¿Vienes?

— Claro — se incorpora. Hoy la notó cansada, en el almuerzo pude notar que me miraba de reojo y con cierta tristeza en sus expresiones.

— ¿Te sucede algo?

Sus ojos se despegan de mí y entra a su vestidor donde empieza a preparar su bolso.

— Noor, ¿Porque no le dices a tu mucama que lo arme? — la sigo cuando veo que no quiere dar la cara — Si necesitas hablar... ¿Pasó algo con papá?

Su rostro se volvió hacia mi,tenía lágrimas en sus mejillas y la mejillas rojas. Me acerqué a abrazarla, pero ella no respondió, simplemente me alejó y negó con la cabeza.

— Está todo bien, sólo que... — su mirada me gritan muchas cosas, pero que no soy capaz de descifrar ya que vuelve a hablar— Espérame afuera, yo te busco por tu habitación.

Asentí con la cabeza y me metí en la habitación. Donde me acerqué y tomé una foto mía y de mamá. Yo soy pequeña, tengo como tres años y estoy de espaldas a la cámara, sólo se ve mi cabello rojo y el de mi madre. Hay huellas por nuestros pasos en la arena y el agua atrás hace contraste con el azul del cielo. Sonrió delineando la foto y vuelvo a dejarla rápidamente cuando Leila se acerca con el bolso.

— Le dejé el vestido y el bañador en el vestidor, puede cambiarse si lo desea — asiento y entro al cuarto, donde efectivamente hay un bañador color amarillo con lunares blancos, y junto a este unos shorts de jean azul y una blusa blanca.

Me saco lo que llevaba puesto y me cambio por lo demás. Leila me espera fuera del vestidor con el bolso en la mano, el cual tomo para salir, ya que Noor me espera fuera con una sonrisa. Me gustaría preguntarle qué le sucede, porque lloró y que es lo que la tiene tan tensa, pero no voy a obligarla a nada, ella lo hará cuando lo desee.

RAMÉDonde viven las historias. Descúbrelo ahora