¿Miedo?

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Q U I N N

El auto está afuera esperándolos — avisa James — Van a llevar una de las limusinas del castillo, así que no habrá sospechas.

— Gracias — respondo.

Jazmín y Celine, la chica que llegó con los aparatos tecnológicos, nos ayuda a colocárnoslos en la ropa, para que no se vean y estén encendidos, mandando en tiempo real lo recolectado.

— Si ven que algo anda mal, entraremos, el equipo estará todo el tiempo esperando alguna señal.

— Bien — respondemos con Gavrel y salimos al frío para entrar a la limusina, que maneja James.

— ¿Nos escuchan? — la voz de Celine se oye por el auricular.

— Si — responde Oliver y luego yo.

El castillo está bastante alejado de la urbanización y el burdel aún más. Así que el viaje se torna un poco largo, pero a esos minutos los aprovecho para simplemente mirar por la ventana abrazada a Oliver.

¿Podremos volver a estar así después de esto?

La limusina se adentra a un túnel, y como estamos en invierno la noche ya se hace presente, así que la oscuridad es aún más inherte.

— Es el momento — dice James por los audífonos y es ahi cuándo Gavrel se baja del auto por una puerta, y yo lo sigo por la otra.

Reportamos los movimientos por los micrófonos y seguimos, hasta llegar a la entrada que está iluminada por unas luces rojas que solo dejan ver lo necesario. Un cartel con letras de carta se cierne en la puerta principal "Krasnaya zvezda" (La estrella Roja)

Los guardas cubren la entrada y esperan algún tipo de identificación. Voy con la cabeza baja y dejo que Gavrel hable a mi lado.

— Soy Gavrel Petrov.

Los guardas intercambian miradas y uno activa un micrófono para avisar algo en ruso. — syn bossa — <<El hijo del Jefe>> En este tiempo, que estuve con Andrey pude aprender algo de ruso, digo algo, porque es casi nulo —¿Quien es ella?

— Mi acompañante — refuta Gavrel.

— El nombre.

— Alison Rack — dice con Rapidez a la vez que siento que más gente se va colocando en la fila para entrar.

Las puertas se abren y Gavrel pasa, y yo lo sigo, sin mirar a nadie a la cara. Giro levemente mis ojos para mirar quienes entraban y una mujer un poco más grande que yo, llega acompañada de otra chica, parecía de mi edad.

El camino estaba guiado por luces tenues, y la música no estaba alta, pero lo suficiente fuerte para que las conversaciones no se mezclaran. Mis ojos recorrían con discreción el lugar, y trataba de mantenerme erguida para que la cámara captara todo.

El salón principal rebosaba de gente bailando alocadamente. Las mujeres se contoneaban sobre hombres que daban buenas cifras por un pequeño espectáculo. Al final, por donde Thompson nos indica y por donde yo recuerdo de lo que estudié los planos, hay una puerta, que al atravesarla entrarías a una habitación privada.

RAMÉDonde viven las historias. Descúbrelo ahora