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Q U I N N
LONDRES - CIUDAD

El auto acaba de frenar y mi cabeza se sacude como una pelota contra el cabecero.

Entreabro los ojos y ya es de día, dormí todo el viaje y lo agradezco.
En la parte delantera del auto, Courtney y Jonathan ya están bajando.

Me froto los ojos con ambas manos y dejo salir un bostezo cuando ya no queda nadie en el vehículo. Me desabrocho el cinturón de seguridad y abro la puerta.

Cuando esta se abre un aroma a lluvia me llena y de una u otra manera me reconforta, cierro los ojos para apreciarlo mejor y mis sentidos se enloquecen cuando un aroma a comida empieza a inundarme, si no me equivoco este sale de la casa a la que Jonathan acaba de entrar.

Courtney me espera fuera del auto y me extiende una mano, que acepto, para bajar de el auto. Juntas entramos a casa de ladrillos rojos.

Cuando empiezo a subir los escalones para llegar a la puerta el aroma a comida se hace más potente y me siento mejor.

El hall de entrada es precioso, todo el piso es de madera y una mesita negra descansa a un costado de la puerta. En esta hay un florero con una bandejita de metal en la que dejaron algunas llaves, también hay una escalera, una de mármol, con una baranda color negro que contrasta Perfecto con los cuadros qué hay en la pared a medida que la subes.

Una mano me toma desprevenida y es la señora James que me está guiando hacia los adentros de la casa. La sigo medio embobada al ver lo bonita que es la casa, y me dispongo a tratar de ver cada detalle del lugar, creo que nunca había estado en un lugar tan lindo.

Ya recorrimos todo el piso de abajo, solo nos falta la cocina que es en la que estamos entrando ahora y es donde el aroma a comida es más fuerte.

— Estamos haciendo una paella  — dice una señora gordita que está sacando unos panes caseros del horno — o como a la señora le gusta llamarlo un Sunday Roast.

La mujer todavía no nos vió, está concentrada revolviendo una salsita color madera.

— ¿Ya estará la comida? — Courtney pregunta llamando la atención de Luisa.

Ella se vuelve y me mira, en sus cachetes regordetes se dibuja una sonrisa y suelta el cucharón de madera para abrazarme con fuerza, me apretuja hasta quedarme sin aire y yo no se como responder, la envuelvo con mis brazos también y apoyo mi mejilla en su hombro.

— ¡Que preciosa es! — inquiere cuando se separa de mi y yo por fin puedo volver a tomar una bocada de aire— ¡Es la más hermosa! ¡Mira esos ojos! ¡Ese pelo! ¡Me la voy a comer de lo bonita que es!

Courtney se ríe y nos da una mirada tierna mientras se coloca las manos en la cintura de su vestido celeste.

— Louise — inquiere riéndose — No la vayas a asfixiar.

— Lo siento, lo siento. La emoción me ganó— dice la mujer mientras se alisa nuevamente el delantal con círculos y vuelve a concentrarse en la salsa.

— ¿Probaste alguna vez el Sunday Roast? — Jonathan hace presencia entrando a la cocina.

— No. Nunca— contesto mientras con la mirada recorro todas las ollas y utensilios de la cocina que están esparcidos por la mesada.

— Bueno, la de Louise es la mejor y créeme que tanto, que la extraño cuando estoy en la milicia.

La mujer se sonroja y deja salir una risita — En esta casa es como una tradición comer esta paella los domingos al mediodía, muchas familias le llaman Sunday Roast — repite nerviosa — y es un delicioso asado de carne con papas a las que se le ponen diferentes salsas, también se come Yorkshire que es este panecito de mantequilla que acabo de sacar del horno.

RAMÉDonde viven las historias. Descúbrelo ahora