Q U I N N
Habían pasado siete días desde que me llegó la carta e invitación de mi madre. Durante la última semana tuve que leer, aprender y escuchar a mi padre y tío explicarme cómo era todo. Desde los audífonos que iba a usar, hasta el arma que voy a llevar bajo el vestido.
Se empezó a planificar el operativo y a pesar de mostrar buena cara en todas las reuniones algo me seguía causando esa sensación extraña en el estómago.
Tenía perfectamente claro que lo que mis padres habían hecho estaba mal, estaba pésimo y si estuviera en mi mano y yo tuviera el poder, lo terminaría. Pero no puedo avanzar tan rápido si quiero hacerlo bien. El primer paso lo iba a dar esta noche y tenía que salir, bien.
Estuve practicando, Lorenzo me enseñó a usar un arma de fuego, tuve clases de defensa personal y aunque sólo hayan sido siete días, aprendo rápido y más bajo presión.
— ¿Lista? Esta va a ser nuestra última clase — me dijo mi entrenador de defensa personal mientras entraba al gimnasio del castillo.
Se llamaba Roger, era estadounidense, amigo de mi padre. No se muy bien cómo estaba involucrado en esto, pero parecía bastante interesado en que este operativo salga bien.
— Claro, es esta noche — dije acercándome y dejando el agua con la toalla sobre una máquina de brazos.
— Hoy es el día de la verdad, así que no entrenarás conmigo. Lo harás con Jack.
Jack estaba haciendo pesas en el otro lado del salón. Cuando oyó su nombre se giró. Levantó levemente las cejas y se acercó.
Llevaba una remera negra que se le pegaba al cuerpo y unos shorts del mismo color. Cuando estuvo al lado mío me tomó por la cintura y me besó la coronilla. Le sonreí y vi que Roger blanqueaba los ojos.
— Mucho amor, basta.
Ambos reímos y lo miramos, a espera que nos diga que hacer, no se si esperaba que peleemos mano a mano.
— Quiero que peleen mano a mano — el escucharlo decir lo que pensaba que no iba a pasar, me saca una sonrisa.
Y así fue, estuvimos alrededor de una hora, practicando con Jack. Estábamos bastante igualados. Había veces en las que lo derribaba rápido y otras en las que no lo veía venir y me barría los pies. Roger nos había enseñado bien, pero estaba agotada. El sudor me recorría la espalda y a pesar de que el aire esté prendido hacia calor, el sol entraba por el inmenso ventanal del gimnasio y no colaboraba con el esfuerzo físico.
— Tengo hambre — declaro cuando me acerco a beber agua.
— Que suerte que lo dijiste — repone Jack, y cuando nos encaminamos para despedirnos de Roger su expresión cambia.
— ¿ A donde creen que van? — nos dice.
— Voy a desfallecer si sigo peleando con este muñequito— señalo a Jack mientras me acerco a despeinarle el cabello — No resiste ni cinco minutos, ¿ya viste las llaves que le hice?
— ¿Ya viste tu, los barridos que te hice? Casi te rompo un brazo.
— No inventes — le digo frunciendo el ceño.
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RAMÉ
RomanceElla era abierta y alegre era diferente y ambiciosa. El era apocado y silencioso, nadie lo veía, el era una sombra. Ella amaba leer y el amaba escribir. Ella fue el poema más hermoso del que él alguna vez escribió. Y el fue el libro más int...