Q U I N N
El duelo, ahora siento que es una de las experiencias más difíciles, que algún ser humano puede vivir. Si bien, la muerte es algo bastante común, cuando le sucede a alguien que de verdad te importaba... sufrimos de una manera inhumana.
Puedo decir que es una respuesta emocional, que se crea con la pérdida irreversible de alguien importante, pero el vacío que siento... ese vacío va a ser eterno y como mi pérdida, irreversible.
— ¡Quinn! — dice Candice entrando a mi habitación.
La miro unos segundos a la pequeña y cuánto más la miro, mi cabeza empieza a verla en algunos recuerdos.
— Hola — le devuelvo el abrazo cuando se sube a mi cama. Oliver entra a la habitación con un carrito de comida.
— ¿Cómo dormiste? — la pequeña me pregunta con una sonrisa, mientras juega con la punta de mi pelo.
— Muy bien... ¿Tu? — Si rodar en la cama entre lágrimas es dormir, dormí toda la noche.
— Bien, Gavrel hizo una pijamada conmigo — lo mira y sonríe — Si no recuerdas quien es Gavrel, es el viejito Oliver.
Mis ojos se cruzan con los de él y sostengo la mirada, mi mente viaja, viaja hasta esa imagen, hasta ese... color, hasta ese azul que no podía plasmar y que ahora lo tengo enfrente mío <<Era él>>
— Debe estar muy cansada Candice, mejor desayunemos y luego la visitamos más tarde ¿si? — Gavrel... u Oliver, habla otra vez con una sonrisa pequeña y triste.
— Pero teníamos que soplar las velitas — refunfuña.
— Eso se hace el día del cumpleaños — se acerca a la cama para tomar a la pequeña en brazos.
— ¡Pero ayer te fuiste y no las soplaste!
— Lo siento... — me mira unos segundos y no se que hace Candice, pero lo sienta en la cama junto a mi.
— Además, Gavrel me había dicho que tú también cumplías años ¿verdad, verdad, verdad?
— Eso dicen... — digo un poco atónita recordando las palabras de él anoche — No tengo problema de que desayunemos aquí.
— ¡Si! — Candice levanta los brazos en victoria — ¡Quiero pan con queso!
Gavrel sonríe y me mira — ¿Segura?
— Despejarme me hará bien.
<<Eso espero>>
Acercamos el carrito a la cama y empezamos a desayunar mientras con las cortinas abiertas, vemos la nieve caer. Candice nos canta una canción que le enseñaron y Gavrel la mira con ojos de adoración que me reconfortan, simplemente porque se me hacen familiares.
— Voy a ir a lavarme las manos — dice la pequeña bajándose de la cama.
Gavrel asiente preguntándole si necesita ayuda y ella niega.
En la habitación crece un silencio profundo, donde solo se oyen las cerámicas chocar cuando colocamos la taza en el plato.
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RAMÉ
RomanceElla era abierta y alegre era diferente y ambiciosa. El era apocado y silencioso, nadie lo veía, el era una sombra. Ella amaba leer y el amaba escribir. Ella fue el poema más hermoso del que él alguna vez escribió. Y el fue el libro más int...