- Cómo el cielo -

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Q U I N N
LONDRES 2010

Estamos con Noor y Jack sentados en una esquina del patio, viendo jugar a algunos de los chicos, al fútbol.

Hoy el día está más lindo de lo habitual, el cielo es de un celeste intenso con algunas pocas nubes que lo decoran haciendo que parezca sacado de una de las pinturas que muestran los libros de la biblioteca...

— ¡Cuidado! — grita un niño pecoso con el pelo mojado, que cae sobre sus ojos celestes recordándome al cielo del día de hoy.

— No Oliver. No lo hagas — le grita Jack al lado mío.

Llegó unos años después de mi, no lo veo muy seguido, pero si se que es uno de los amigos de Jack.

Se, que pasa tiempo con él cuando con Noor estamos en nuestras actividades. Todas suelen ser muy aburridas sin mi amigo, y mas cuando estudiamos sobre países qué tal vez nunca visitaré.

No son muchas las veces que estamos los tres juntos ya que en el orfanato nos separan como chicas y chicos y eso involucra vernos a escondidas o algunos días de la semana en algunas clases, pero cuando no estamos juntos se que Jack juega mucho al ajedrez o a la pelota...

— ¡Apártense! — Grita Oliver en el momento que patea la pelota en dirección de nosotros.

La pelota rueda por el suelo con bastante intensidad hasta estrellarse con contra mi estómago. Estoy unos segundos sin poder respirar y creo que nunca odié tanto a alguien...

— Ouch — las palabras salen de mi boca a la vez que el niño pecoso se acerca hacia mi con una sonrisa malévola.

— Les dije que se apartaran — dice Oliver a la vez que se agacha para quedar a mi altura y me mira con esos ojos que definitivamente son del color del cielo — ¿Que te pasó en los ojos colorada?

— ¿Que te paso en la cara pecoso? — respondo enojada a la vez que le aparto la mano que se acercaba para agarrarle un mechón de pelo.

No tiene tiempo de responder cuando Jack decide hablar.

— ¿Porque lo hiciste Oliver? ¡Te dije que no lo hagas! — Jack se para a mi lado y empuja al pecoso.

— ¿Que pasó Jack? ¿Te gusta la niña de los ojos raros?

— Cállate Oliver.

— No quiero Jack.

Mi amigo le rueda los ojos a Oliver y se vuelve hacia mi que estoy apoyada en el hombro de Noor mientras espero que el dolor se vaya...

— ¿Estas bien Quinn?

Yo asiento con la cabeza sin poder dejar de ver al niño pecoso ¡que me acaba de golpear con la pelota!

Soy cociente de que también tengo pecas, pero son muy poquitas a comparación de él. Toda su nariz y mejillas están manchadas por pintitas color canela.

<<¡Jack le dijo que no! ¿Porque lo hizo?>>

— Si, estoy bien Jack — mis ojos dejan el rostro del desagradable niño y se vuelven hacia mi único amigo varón en el orfanato.

Luego de unas semanas que el llegó, nos vimos en la clase de lengua y el me reconoció al instante.

— ¿Quinn?

Recuerdo que lo miré y todavía no lo reconocía, en mi defensa es muy borroso el recuerdo que tengo de él, pero me contó que nos quedábamos juntos cuando mi mamá no podía cuidarme, también me contó cosas sobre ella, dice que es muy parecida a mi, que tenemos el mismo color de pelo y que ella también tenía pecas.

Me duele un poco saber que su recuerdo sobre mi madre o nosotros, es más fuerte que el mío, pero en mi defensa él es dos años mayor que yo y parece tener una mejor memoria.

Aunque después de todo, me alegra saber que tengo a alguien familiar aquí dentro, porque aparte de Noor y Jack, no hay nadie más en el orfanato que... no me moleste o meta mariposas muertas dentro de mi cama.

— Creo que va a llorar — la voz de Oliver me saca de mis pensamientos.

Jack le lanza una mirada que hasta a mi me asusta, pero que a Oliver solo le saca una sonrisa.

— No voy a llorar pecoso — le respondo a la vez que me paro y le hago frente.

Cuando lo hago me percato y estremezco al ver tan de cerca el rostro del niño, tiene una pequeña cicatriz junto a una de sus pecas del lado derecho de su cara, sus ojos celestes están bajo una larga capa de pestañas negras que parecen cortinas de lo largas que son, su pelo es de un rubio que nunca antes había visto, parecía que tenía algunos mechones de oro por cómo brillaban bajo la luz del sol... Lastima que el resto de él era feo y lo odiaba.

— ¡Parece que la colorada tiene agallas!

— Si. Si las tengo— digo a la vez que me agacho, tomo el balón con el que me golpeó y se lo lanzo haciendo que retroceda unos cuantos pasos — te lo devuelvo para que aprendas a jugar. Si no me equivoco el arco está allá. — le señaló con mi dedo el arco del que algunos niños se cuelgan — Sigue practicando, no creo que algún día logres jugar bien, pero... bueno los casos perdidos como tú no tienen solución.

— ¿Que dijiste?

— Una pena que también seas sordo...

Luego de eso me largo sin mirar atrás.

Llevo semanas sin que Ruth me haya tocado con su cinto y lo único que espero es que lo que acabo de decir no me provoque una visita a su despacho o una cita con el... Mejor no nombrarlo para no recordar los momentos vividos con este.

Mis cicatrices ya están casi cerradas, no quiero volver a pasar por el infierno que es dormir como piedra boca abajo o tener que sentir el agua meterse por las heridas cuando me baño...

Siempre trato de no meterme en problemas con los otros niños y puedo jurar que nunca lo hago, pero ya me he acostumbrado a la injusticia de este lugar.

RAMÉDonde viven las historias. Descúbrelo ahora