O L I V E R
— ¿De donde vienen? — Jane, la madre de Candice pregunta poniéndose de pie.
— ¡Mami! — Candice corre a abrazarla, pero su madre la frena antes de que ella siquiera pueda tocarla.
— ¿A donde la llevaste Oliver?
— Cenamos en la casa de los James, viven a una cuadra de aquí.
— ¿Los James...? ¿No estaban buscando a una niña? — la pregunta me lleva al día en el que secuestraron a Quinn.
— Adoptaron a una.
— ¡Tiene los ojos de diferente color! — dice Candice emocionada.
Y los ojos de Jane se abren posándose en mi — ¿De diferente color? Dime más amor — se vuelve a hacia su hija.
<<¿Porque ahora le interesa escuchar a su hija? siempre la trata como basura>>
— Tiene el pelo de color rojo — da un saltito — Y muchas manchas en la cara, como Oliver — me señala y me acerco a ellas.
— ¿Ah si? ¿Como se llama?
— Quinn.
— ¿Qui... — repite Jane.
— ¿Donde estabas? Dijiste que ibas a llegar antes de media noche — la interrumpo.
— Se me hizo tarde.
— ¿Haciendo?
— No te interesa.
— Dejaste a tu hija sola en Año Nuevo.
— Estaba contigo ¿no?
— No deberías tener su tenencia, no puedo creer que digo esto, pero creo que hasta en un orfanato la van a cuidar mejor.
— Cállate, siempre dices que no te gusta ese lugar — refuta tomando la mano de su hija y saliendo del callejón, Candice la sigue y yo me quedo en el lugar húmedo.
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El día transcurre con normalidad, como las sobras que un amigo de un bar me da y luego camino por las calles, no quiero quedarme en el callejón, debo aprovechar que la gente no me va a ver como un mundano con ropa sucia y rota.
Estoy limpio y eso definitivamente me hace sentir mejor, camino entre turistas que no se asustan o entre personas que no murmuran cosas sobre mi o sobre como me veo. A veces muchos critican mi situación pero no saben que nunca me dieron muchas opciones.
Cuando veo que la noche empieza a caer empiezo a volver hacia el callejón. Por suerte hoy no hay señales de nieve, así que no me preocupo ya que al menos, de hipotermia no vamos a morir.
Paso por la casa de los James y mi bota patea una naranja, la tomo, sacudo sacándole un poco de tierra y la empiezo a pelar para comerla.
— ¿Que haces? — Jane resuena a mis espaldas y muerdo un gajo de naranja.
— ¿Y Candice? — pregunto mirando que está sola.
No responde así que vuelvo a preguntar — ¿Donde está Candice?
— No te interesa — dice sentándose sobre un cartón.
— ¿No viene contigo? — voy a la salida del callejón esperando verla llegar más lento.
— Hoy no.
— ¿Se perdió? Hay que ir a buscarla — empiezo a desesperarme.
— No está perdida.
— Jane, ¿que hiciste con tu hija?
— Nada — vuelvo a mirarla y en sus manos juega unos sobres de plástico pequeños.
Me acerco más — ¿Que hiciste Jane?
— Nada, tengo hambre — se pone de pie — Me voy.
— No me digas... — la garganta se me hace un nudo por el miedo y las palabras se quedan medio trabadas en la mitad — ¿Que hiciste Jane?
— Debo irme Oliver, olvídate de mi hija, voy a pensar que la dejé con un acosador mientras yo no la podía cuidar.
Y así... así se fue del callejón dejándome con el miedo más irracional que jamás sentí. Tomé una de las colchas con las que dormíamos y salí a buscarla.
Miré a Jane desaparecer por lo lejos, y yo me adentré a la ciudad, la busqué durante horas, ya era de noche y yo tenia un nudo en el estómago que me hacia tener escalofríos cada que pensaba que estaba sola en la ciudad.
Y eso, era el escenario menos feo que podía pensar, porque Jane, no va a pensar dos veces cuando le ofrecen dinero, nunca pensé que este momento llegaría, pero ella es una adicta y por droga va a dar hasta a su hija, simplemente que mi cabeza no razona que una niña tan pequeña y dulce pueda estar en manos de este tipo de gente...
Cuando algo húmedo cae en mi cabello, me llevo la mano para sentirlo y ahí vi lo que se avecinaba <<nieve>> Maldije y emprendí regreso al callejón, no iba a haber mucha diferencia si estuviera aquí o en el callejón, pero se me ocurrió que si Candice está pérdida, tal vez vuelva aquí. <<Ojalá que así sea>>
Caminé bajo los tejados de las casas y vi a la gente cerrar sus negocios. Los turistas admiraban la nieve como algo precioso, yo la veía como lo peor que nos pudo pasar en las noches de invierno, claro si vives en la calle.
No puedo creer que diga esto, pero en algunos momentos extraño el horrible orfanato. Se que ahí tampoco la pasaba nada bien, pero tenía un plato de comida y una cama bajo un techo. Si en mis manos hubiera estado la vida de Candice la hubiera llevado, a cualquier lado donde crezca como una persona decente.
— ¿Que haces aquí? — digo cuando veo la melena pelirroja de Quinn, en un rincón del callejón.
— Venía a buscarte, está muy frío, para que con Candice duerman aquí afuera.
Respiré profundo, porque la imagen de la pequeña lejos de aquí, su casa, me abrumaba demasiado.
— ¿Está contigo, verdad? — su pregunta sale sin más y se acerca un poco a mi.
— No — respondo pasando junto a ella.
— ¿Y donde está? — preguntó girándose hacia mi y yo simplemente me senté en el suelo y me mordí las mejillas porque las lágrimas estaban por salir — Oliver, ¿Que pasó?
— No lo se — mi mirada estaba fija en el suelo, y cuando vi sus botas mire levemente hacia arriba.
Sus ojos bicolores me miraban brillosos y cuando sentí sus brazos enredarse alrededor de mi cuello, me dejé llevar y lloré. Porque la angustia que tenía era inmensa y la desesperación por encontrarla me estaba carcomiendo.
— Dime que le pasó, pecoso — me susurró en el oído.
— No lo se... — sus manos se separaron de mi cuello y tomaron las mias que ahora estaban sobre mis rodillas — su madre, volvió sola, y con un collar, uno muy caro que no podría pagar con lo que tenía... — traté de dejar de llorar, porque esto era muy penoso — No se donde puede o con quien estar, pero no puedo permitir que le pase nada.
En sus ojos las lagrimas también se amontonaban y en su semblante la preocupación.
— No debe estar mal — dijo medió insegura de sus palabras — seguro la encontraremos, Oliver. Lo prometo.
Y volvió a abrazarme.
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RAMÉ
RomanceElla era abierta y alegre era diferente y ambiciosa. El era apocado y silencioso, nadie lo veía, el era una sombra. Ella amaba leer y el amaba escribir. Ella fue el poema más hermoso del que él alguna vez escribió. Y el fue el libro más int...