La madre de Jimin decide reiniciar su vida luego de que su expareja se casara nuevamente y formara su propia familia. Conoce a un alfa que promete ser lo que ella siempre quiso, con otro hijo incluido y un cambio de ciudad.
Ella espera que ese cambi...
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Ya llevaban hora y media de camino, cuando empezaron a divisar el bosque/parque en donde acamparían. Lo cual era bueno, porque ya empezaba a oscurecer, y debían acomodarse antes de que eso sucediera.
Jimin daba pequeños saltitos en su asiento, sin ser realmente consiente de ello, y en opinión de Yoongi, eso sólo lo volvía más tierno.
Cuando hubieron llegado, el alfa le mostró al guardia del lugar su entrada electrónica, que mostraba que ya había reservado esa noche y el día siguiente para poder poner una tienda de campaña. El hombre los dejó pasar sin problemas, y Jimin se sentía cada vez más emocionado.
El castaño fue el que bajó las maletas del auto, después de estacionarse en el lugar adecuado, y llevó la mayoría de ellas al lugar donde se quedarían; mientras que el rubio, solamente llevaba su bolso y la comida de ambos que había pasado comprando previamente, para ese noche y para el día siguiente.
Pusieron entre ambos la tienda de campaña, entre risas y juegos que hicieron todo más llevadero. Sobre todo por los besos robados y no tan robados que se daban de vez en cuando.
Era una suerte que el lugar estuviera casi que vacío, además de ellos, sólo se divisaban dos tiendas más, una con dos y la otra con tres personas fuera de estas. Por esa razón era que el alfa había escogido un día lunes; para que pudieran tener la privacidad que la ocasión requería sin tener que preocuparse que los fans del menor lo reconocieran y lo acosaran con fotos y autógrafos.
— Hyung, esto es demasiado bonito. — suspiró el menor, extendiendo sus brazos hacía los lados como pidiendo un abrazo.
Y bueno, Yoongi lo abrazó, tomándolo por la cintura, y alzándolo varios centímetros del suelo, gracias a su altura, mientras el pequeño omega, se aferraba a su cuello, riendo con entusiasmo.
— Sabía que te iba a gustar. — susurró el mayor a centímetros de su rostro.
Aún no se separaban, al contrario, Jimin había enrollado sus delgadas piernas al rededor de la cadera del alfa, mientras este seguía sosteniéndole con cuidado y fuerza.
— Gracias. — susurró de vuelta el rubio, acercándose el espacio restante, rosando sus narices en un tierno beso esquimal.
— Tu naricita está helada, como la de un cachorrito... ¿Eres un cachorrito? — preguntó con ternura el pálido.
Jimin se ruborizó y rió, muy avergonzado pero a gusto con la atención.
— Es que me ha dado un poco de frío. — explicó suave.
— Oh, ya veo. — respondió el contrario — Creo que deberíamos encender ya nuestra fogata, antes de que el sol se vaya.
Con un poco de renuencia por parte de ambos, se separaron, el alfa se hizo a la labor de encender la fogata, mientras el omega servía la cena, que aún seguía caliente.
