ENCUENTRO

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Jimin caminaba pesadamente por la acera, camino al restaurante que su madre le dijo, de la mano de su mejor amiga Rosé, mientras trataba de despejar su mente y tranquilizar su corazón que en ese momento iba demasiado acelerado para su gusto. El omega sentía que cada persona que pasaba a su lado podría oírlo perfectamente.
Luego de haberle explicado a su amiga de qué se trataba todo ese embrollo, ella se había ofrecido para hacerle compañia y ser de apoyo moral, pues entendía que toda la situación podría ser asfixiante para su rubio amigo.

¿Y quién no se sentiría nervioso y asustado si tu madre te dice que te va a presentar a su nuevo novio? El primero desde que se separó de su papá. De eso Jimin estaba seguro.

— ¿Y cómo dices que se llama? — habló la beta. Trantando de distraer al mayor por un año.

Jimin pensó un momento antes de responder, pues los nombres no eran su fuerte, y menos si no estaba interesado en la persona.

— Ah... El señor se llama Min. Min Dong-Wook. Pero no recuerdo el nombre de su hijo. De cualquier manera, dá igual, no es como si me importe alguno de los dos. — respondió en tono arto y un poco molesto.

El podría estar patinando con su amiga en esos momentos, e incluso podría estar divirtiéndose con alguno de sus amigos con beneficios. Especialmente con Taehyung, que además de ser aquello, era alguien que lo escuchaba y le ayudaba a tomar decisiones difíciles.

— Yah, Minnie. Tranquilo. Si eres grosero, tu omma se va enojar y no te va dejar ir a mi fiesta. — recordó la pelinaranja de forma conciliadora. — Y si por culpa de tus caprichos no vas, ¡no te lo voy a perdonar! — amenazó tratando de verse ruda.

Cosa que no funcionó en absoluto, ya que para Jimin su mejor amiga era como un ardillita inocente a la que tenía que cuidar, a pesar de ser él omega y ella beta. Incluso, el sobrenombre que tenía él para su amiga era "ardillita". Hasta la mamá de la femina le decía así, luego de haber oído al rubio llamarla por el mote.
Además, la muchacha era incluso más bajita que Jimin, y él apenas llegaba al metro sesenta y cinco.

— Tranquila, mi amor. — habló con cariño el omega. — No lo voy a arruinar, te lo prometo.

Extendió su pequeño meñique, para hacer la promesa válida. Pues para Jimin el Pinky Promise era como un pacto sagrado.

La beta lo miró dudosa, pero juntó su meñique con el contrario para estar segura de que su amigo cumpliría con su palabra.

Ambos siguieron caminando por la calle cantando y jugando como si tuvieran diez años, y bueno, los dos se veían de esa edad, tanto por su comportamiento cuando estaban juntos, como por sus aniñados rostros que confundían a todos aquellos que no los conocían.
Aunque cuando el omega estaba solo ó simplemente su amiga no estaba presente, su actitud cambiaba drásticamente a una altanera y coqueta, que le hacía verse maduro.
Su madre ya había presenciado esa faceta, y por eso le tenía mucho aprecio a la pelinaranja. Por la influencia positiva que parecía tener en su problemático hijo.

Luego de un par de minutos llegaron al destino del rubio, que entró al restaurante con su amiga al frente y él caminando detrás de ella. Ya que Jimin se cohibía demasiado, cuando tenía que tratar con adultos desconocidos, aunque él tratara de disimularlo, la beta ya lo conocía, y por eso había decidido ir al frente.

La muchacha de recepción los guió hasta la mesa, su madre estaba de frente a ellos, pero los dos hombres que la acompañaban estaban de espaldas, por lógica, no podían verles la cara.

STEPSIBLINGS; HermanastrosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora