Finalmente, me reincorporo a Timotie's. Aunque Jay insistió en que debí tomarme unos días más, sentí que ya era tiempo de volver a la cotidianidad. En Bridge se aproximan los exámenes finales. Para noviembre quedan solamente unos días, ya se siente frío y anuncia la llegada de la nieve, pero nunca había necesitado ropa de invierno, hasta ahora, y al parecer, aquí les entusiasma suficiente el halloween para decorar por doquier con telarañas, brujas y arañas.En Bridge hay calefacción, no tengo porqué temblar, pero aquí en Timotie's, mis manos no se pueden mantener quietas mientras llevo una bandeja con chocolates calientes que cuando los pongo en la mesa de los clientes, se me hace inmediato el deseo de ser yo en ese momento la que tome algo caliente para recomponerme.
Jay ahora es mesero. No dejo de echarle un ojo cada que puedo porque se me hace irresistible la imagen. Se sube las mangas de su camisa de botones blanca hasta los codos y, sobre ella, un chaleco negro que se ajusta a su cuerpo, con pantalones de vestir negro que le quedan maravillosamente como sus lentes y cabello semi revuelto, caminando con sus zapatos bien lustrados sonriendo a quien puede.
Cuando entro a la cocina, me escondo detrás del angosto muro que divide el baño de empleados del café y cocina, esperando que pase para tomarle del cuello de la camisa y encerrarlo conmigo dentro del baño. Después de rápidamente ponerle seguro, me lanzo a sus labios sujetándome de sus hombros, casi teniendo que subirme a la punta de mis pies.
Primero, lo encuentro sorprendido, pero después me sube a su cintura y me encaja contra la pared conforme una de sus manos acaricia mi muslo izquierdo hasta sus dedos levantar mi falda, con su pulgar llegando peligrosamente a lo que cubre mi ropa interior, me observa alzando una ceja mientras me muerdo los labios cerca de los suyos, me besa y después recorre con su nariz mi piel hasta alcanzar mi cuello, sin detener el movimiento de su dedo, hasta lograr robarme un suspiro entrecortado en el que se me escapa un hilo de voz.
—No me molesta—susurra a mi oído con su voz rasposa, pícara—, ¿pero por qué?
—Porque tenía frío—provoco su risa—. Y también porque te ves increíble con ese uniforme—le digo al oído, siento como su piel se eriza. Regresa a mis labios y muerde con suavidad—. Me prende muchísimo, ¿podrías seguir?
—Salimos en diez minutos, ¿por qué no en casa?
—¿No es más emocionante que nos descubran?—veo sus dientes en una sonrisa, sus cejas se elevan con sorpresa.
—No sabía que tuvieses fantasías con hacerlo en público...
—No lo sabía, hasta ahora—entreabro mis labios en su cuello, cerca de su mandíbula, deslizando mi lengua sobre su piel de forma gentil, sosteniendo su cabello en un puño suave.
—¿Sabes qué es curioso?—dice paseando su dedo pulgar por mi labio inferior con sensualidad cuando me regreso a observarlo—. Que pienso lo mismo de ti cuando tienes este uniforme, me parece irresistible la idea de follarte con esta falda...
—Jay Sullivan, jamás creí escuchar esas palabras saliendo de ti—sonrío.
—¿Por qué no? Creí que estábamos siendo sinceros, Meg Labrot—sin poder soportar más la tensión entre nosotros, beso su pulgar para después, meterlo a mi boca y suavemente, succionar hasta que todo toque mi lengua. Jay no me deja de mirar en todo el trayecto, finalizo con una sonrisa estirada y ojos flamantes de pasión.
Me besa en medio de nuestras respiraciones claramente audibles, y siento mi cabeza tan nublada que poco me importaría si alguien abriese la puerta en este instante. Con su mano, saca mi camisa dentro de mi falda cuando su tacto se hace por la piel de mi abdomen, hasta acariciar el contorno de mi pecho que sobresale del brasier. Me sujeta de la cintura y mi espalda choca nuevamente con la pared, provocando que mi piel se caliente más cuando su lengua rudamente se acaricia con la mía.
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Malas Costumbres©
Teen FictionConforme creces, todo cambia. Todo es distinto y nada lo ves de la misma forma. No todos corremos con la suerte de tener lo que queremos, pero lo que tenemos no lo vemos. Sin embargo, siempre hay algo que sella lo que somos. Sin nuestro pasado no se...