30. Jay

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Al salir del club, escucho nuevamente las bocinas molestas de los autos y el sonido de la música encerrado dentro de las paredes de ese lugar. El frío se hace presente en el labio tembloroso de Meg así que le cedo mi suéter y la ayudo a colocárselo pasándoselo por los brazos con lentitud, me asusta que esté tan aletargada, mantiene en su rostro una expresión adormilada y tengo que sostenerla del brazo por temor a que tropiece. 

Me detengo a esperar un taxi con Britney a mi lado, ella sigue de largo y voltea de un lado a otro, gira su cabeza hacia mi y da pasos largos con sus tacones.

—¿Qué haces?—me pregunta con una sonrisa colocando las manos en su cadera.

—Espero un taxi—Meg ríe sin motivo alguno.

—Te dije que Raphael los llevaría.

Mi cara enrojece. Pero la sigo hasta el auto. 

Estaba tan concentrado por encontrarla que no recuerdo haberla oído. El alivio se mantiene en mi pecho cuando deslizo mi mano por su brazo hasta llegar a sus dedos. La ayudo a entrar en el auto después de Britney. Todos mis niveles de estrés comienzan a bajar y descanso mentalmente.

Meg recuesta su cabeza en mis piernas, intento peinar sus cabellos quitándolos de su rostro, acaricio su espalda. Me detengo cuando siento los ojos de Britney en mi, le sonrío con agradecimiento. No tenía forma de llegar aquí sin su ayuda.

—¿Cómo te sientes?—cuestiona con una débil sonrisa.

—Estoy bien—le aseguro—. Perdón por hacerte pasar por todo esto.

—No te preocupes por eso—hace un ademán con su mano—. ¿Ella está bien? Se ve algo... Drogada...

Meg hace un gruñido. Britney sonríe atrapando una risa.

—Sí. Lo está—afirma—. ¿Sigue doliendo tu cabeza? Te veías mal ahí adentro.

—Créeme, estoy bien—de su bolso saca dos pequeños estuches con pastillas adentro.

—Esto te ayudará por si te sientes mal.

—Oh, Britney—las recibo—, no sabes cuanto te agradezco todo.

Sonríe ladeando la cara.

—Basta. Sólo descansen. Si Meg sigue mal puede faltar... Pero sólo por esta vez. Debe aprender a ser responsable por lo que hace—asiento.

—Estoy de acuerdo con eso.

Bajamos justo en la entrada de nuestro departamento, agradezco todas las veces que puedo a Britney y les resta importancia a cada una de ellas. Se las digo con completa sinceridad, me hubiese vuelto loco si no encontraba a Meg que sigue en un estado de extrema y preocupante relajación.

Intento hacer caminar a Meg lo más rápido que puedo para evitar miradas de cualquier habitante de esta torre. El chico que recibe en la entrada no nos hace caso y continua jugando en su teléfono celular, cosa que agradezco. No creo estar del mejor humor para miradas curiosas.

Respiro profundo al entrar a casa y conseguir todo como lo dejamos. Sentir algo de normalidad en este día es bueno para mi. Ayudo a Meg a sentarse en nuestro sillón después de cerrar la puerta con el talón y cargarla hasta él para evitarme sus quejas. Me arrodillo en frente de ella. Sonríe con sus ojos todavía enrojecidos.

—Estoy increíblemente molesto contigo. No puedo creer que te hayas hecho esto—Meg me toma del cuello y une nuestros labios. La aparto intentando no ser brusco—. Te estoy hablando, Meg. No puedes evadirme siempre con besos.

—Sí puedo y tú también quieres—no se equivoca pero sigo enojado por lo irresponsable que fue.

Una de mis manos se desliza a sus mejillas, deja caer el peso de su cabeza en mi palma. Sonríe sin mostrar los dientes, sabe que tiene razón y no puedo ganarle ahora. Suspiro, me molesta no poder odiarla de vez en cuando, así que me rindo dejándole un beso en la nariz.

Malas Costumbres©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora