Mamá habla durante todo el camino a casa conduciendo con una mano, se ve distinta. Su cabello ahora está teñido con reflejos rubios y sonríe más de lo que recuerdo. Pero no puedo responder a lo que me cuenta, aunque no ha nombrado a Matt ni una vez. Mantengo mi vista al frente, observando Ciudad Solar resplandecer bajo el sol y la brisa que mece las olas en donde alguna vez surfeé, quisiera admitir que extraño eso.Que extraño a mis hermanos, a Sopa, Rose y a mamá. Pero lo que extraño ahora son recuerdos, nada podría ser como antes. No me disgusta. Aunque a veces sólo quisiera estar en lo que fue mi casa, porque mi hogar ahora está en Goleudy. Por más que quisiera, no podría volver.
—¿Cómo está Meg?—me pregunta con entusiasmo.
—Bien.
—¿Y tu trabajo? ¿Qué tal Bridge?
—Bien—mamá suspira, con su mano libre se toca la ceja con su dedo medio.
—Jay, ¿podrías decirme por lo menos dos palabras?
—Estoy bien—me observa de reojo uniendo sus cejas.
—¿Es todo lo que me dirás?
—Estoy bien, no sé qué quieres que responda—levanto mis cejas, abre su boca con ofensa cuando frena en un semáforo rojo a centímetros de una camioneta—. ¡Mira al frente! ¡Casi chocamos!
—Te...Desconozco—su tono de voz es firme, niega con la cabeza haciendo el mismo gesto con su ceja.
—¡Es que no sé qué más quieres que te diga! Estoy bien, y es todo, ¿qué tengo qué responder?
—¿Te das cuenta que no me veías desde hace meses? ¡Meses, Jay! No me has dirigido la palabra desde que llegaste.
—Porque no sé qué es lo que quieres que responda—empezamos a andar de nuevo, estando a cuadras de casa.
—Te estás portando como un niño, ¿esto es por Matt?
A su mención, mis cejas caen sobre mi mirada. Momentáneamente, la observo de reojo, estando ella a la espera de mi respuesta.
—No sé que tienes con esto, pero no quiero...
—No quiero hablar del tema, mamá.
—No quiero que estés en esa actitud mientras él esté en casa—frena de golpe al estacionarse, mi rostro se contorsiona—. Te pediré que te comportes.
—¿Él está aquí?—abre la puerta del auto, suspira echando hacia atrás su cabeza en el asiento.
—Sí, Jay. Matt está aquí.
—¿Por qué?
—¿Cómo... Cómo que por qué?—lanza la puerta cerrándola con fuerza—. ¡Es mi prometido, Jay! Y te guste o no, tendrás que aceptarlo.
—No puedo creer esto.
—¿No puedes creer qué? ¿Que por fin tengo a alguien que me quiera?—cruzando mis brazos, suspiro pesadamente—. ¿Podrías responderme? ¡Te portas como un niño!
—No puedo creer que lo traigas a casa.
—Esta ya no es tu casa.
Mis ojos se encuentran con los suyos. Deja escapar aire de sus labios suavizando abruptamente su mirada, como dándose cuenta de sus palabras. Intento hacerme inexpresivo, pero sentí cómo arrancó algo de mi, lo que todavía me mantiene vinculado a mis recuerdos en esta ciudad donde crecí.
—Jay, no... No quise...—sus manos intentan alcanzarme, pero yo ya estoy abriendo la puerta del auto y caminando a su casa.
Alissa me recibe con un abrazo, y Sopa salta a mi alrededor ladrando eufórica. Casi podría ser como antes, si no fuese por el hombre que está sentado en el sofá de la sala, que a los avisos de mi hermana, se levanta a saludarme. Matt tiene un cabello canoso y bien peinado, ojos claros y complexión discretamente musculosa, extiende su mano presentándose. No me reprimo de mirarlo dos veces antes de estrechar su mano por mera amabilidad, y porque mamá entra apenada y ligeramente alterada a la casa.
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Malas Costumbres©
Teen FictionConforme creces, todo cambia. Todo es distinto y nada lo ves de la misma forma. No todos corremos con la suerte de tener lo que queremos, pero lo que tenemos no lo vemos. Sin embargo, siempre hay algo que sella lo que somos. Sin nuestro pasado no se...