Respiro hondo. Uno, dos. Pasan los minutos anuncia el reloj sobre mi colgando de la pared. Tres, cuatro. Mis codos se sostienen de las rodillas, mis manos hechas un puño en mis labios, después se deslizan a mis sienes.
Cinco... Seis. Parece que cada minuto fuese más lento que el anterior. Miro al frente regresando mis dedos a mis labios, la adrenalina recorriendo mi sistema, yo no puedo hacer nada por esto. Es frustrante.
Fue más tortuosa la incertidumbre que la altura, en el avión, no dejaba de pensar en Aaron y en lo que podía pasar a continuación. En este momento, ninguno de nosotros sabe qué pasará.
Suspiro entrecortadamente, clavando mi vista al suelo en vergüenza de mí mismo, ahogándome en lo que siento y en mi culpa.
—¿Estás bien, Jay?—Alissa se sienta junto a mi—. Mamá me dijo que te buscara.
—Sí, preciosa...—respondo casi en susurro, con el sonido de las máquinas anunciando latidos de corazones con expectativas haciéndole de compañía a mi mentira—, ¿estás tu bien?—tuerce los labios.
—Sí... También estoy bien. ¿Crees que Aaron estará bien?
No tengo una respuesta definitiva, en medio de mi respiración resignada, sujeto a mi hermana en un abrazo, protegiendo lo que puedo tocar ahora, como una segunda oportunidad. Ellos son mi segunda oportunidad, a papá le fallé.
—Jay, ¿tú qué crees que diría papá?—la observo.
—¿A qué te refieres, linda?
—¿Qué piensas que diría papá de Aaron y de mí? ¿Creería que somos buenos chicos? Es que... Yo no recuerdo bien a papá, pero lo amo. ¿Eso se puede?, ¿amar a alguien que no recuerdas?
—Claro que sí. Papá los ama. Desde donde esté.
—¿Si te digo algo.... No te ríes de mí?—sonrío a medias.
—No podría.
—Tú eres como un papá. Eres como nuestro papá. Aaron me lo dijo una vez.
Algo en mi pecho se remueve, una unión entre la satisfacción y profunda culpabilidad, papá debería estar aquí. Debería estar aquí con nosotros. Desde que se fue, no he hecho otra cosa que enfocarme en mi familia, pero de nuevo, siento que les fallo. ¿Cuándo las cosas tendrán un ritmo?, ¿podré alguna vez llenar sus zapatos? Eso es imposible, sin embargo, estoy aquí.
No puedo reemplazarlo, pero ese peso cayó en mis hombros y me hice cargo, ¿entonces, sí he hecho las cosas bien?, ¿por qué siento que es lo contrario? Me avergüenzo de tanto ahora.
Pero regreso a ver a mi hermana, que aunque asustada, sus ojos conservan un brillo de lo que podría distinguir como admiración, mantiene una sonrisa relajada en sus labios, muy parecida a la de mamá. Cubre con su pequeña mano la mía, y me deja un beso corto en la mejilla.
—Te extrañé mucho. ¿Tú me extrañaste?—me dice.
—Todos los días.
—¿Y Meg nos extraña?
—Sí, mucho—sonrío.
—¿Tienes un perro? Meg me dijo que podía ir a verlo cuando los visitemos, ¿puedo visitarlos?—habla con rapidez.
—Sí puedes visitarnos.
—¿Y puedo llevar a Sopa? Sería bonito que Sopa conociera a tu perro, ¿verdad?, ¿cómo se llama?—río. Mi hermana hace que ría después de horas con una expresión endurecida, tanto que mi cabeza duele, pero me da algo de paz que esté aquí.
—Pequeñito. Y creo que sería mejor traer a Pequeñito hasta acá, Sopa es muy grande para llevarla hasta Goleudy.
—Ay, Jay... No está tan grande, es que Aaron le da mucha comida y por eso parece que estuviese gorda. Cuando mamá hace algo que no le gusta, se lo da a Sopa, y a Aaron nunca le gusta comer nada, tú sabes que a mí sí, pero también le doy un poquito a Sopa. Si no le damos más comida y se pone pequeña, ¿podemos llevarla?
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Malas Costumbres©
Genç KurguConforme creces, todo cambia. Todo es distinto y nada lo ves de la misma forma. No todos corremos con la suerte de tener lo que queremos, pero lo que tenemos no lo vemos. Sin embargo, siempre hay algo que sella lo que somos. Sin nuestro pasado no se...