01. Meg

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El agua con sabor a cloro y a quién sabe qué más me entra por la boca, nariz y quema mis ojos antes de que pueda reaccionar contra el responsable que me lanzó a la piscina como a un simple saco de papas. Busco subir a la superficie a respirar, rastrillo mis uñas por mi cabello mojado cuando mis pulmones se llenan de aire de nuevo. Escucho los alaridos de felicidad junto con gritos de apoyo de las personas secas que no parecen un pez agonizante como yo, que toso repetidamente apoyándome desde la orilla de la piscina.

Regreso mi vista a Jay detrás de mí quien nada y aparta el cabello que cae sobre su frente de un movimiento, sonríe victorioso. Las cosas me siguen dando vueltas. Supongo que el chapuzón me ayudó a reaccionar un poco del abuso del alcohol porque puedo reconocer la expresión de fastidio que hace Michael cuando se retira de tener una fallida conversación conmigo después de tomar una de las bebidas de la mesa rebosante de botellas.

Jay me ayuda a salir de la piscina extendiéndome una de sus manos desde afuera, el frío se hace inmediato en mi cuerpo.

—¿Qué... Carajos... Te pasa?—alargo las palabras por lo pesada que siento mi lengua, sigo buscando aire. Hago el intento de golpear su pecho, no creo que haya sido tan fuerte como para que le haya dolido considerando la poca fuerza que me queda.

—Te salvo la vida—encoge sus hombros con diversión antes de contestar como si fuera evidente.

—¿Lanzándome a una piscina?

—Te divertiste. Además, yo también estoy mojado, así que no puedes quejarte—río. No me parece gracioso, me molesta. Pero estoy en las redes de los shots de tequila—. Ya debería ser la hora de irnos.

—¡Esto está genial como para irnos!—grito, los demás concuerdan conmigo con alaridos, igual de borrachos que yo.

—Mañana hay escuela, Meg.

—La única forma en la que me saques de esta fiesta es que consigas a un dragón volador.

—Eres imposible. Camina—me voltea desde los hombros y apresura mi andar empujándome por la espalda.

—No quiero irme—pienso y creo decir, mi mente no sigue del todo clara. Clavo los talones en el suelo.

—Debemos irnos si quieres dormir un poco antes de la escuela.

—¿Y si no vamos jamás otra vez a la escuela?—Jay me arrastra con mis talones dejando huella en el jardín que conecta al patio y puerta trasera, echo mi cabeza hacia atrás—. ¡Podríamos ser fugitivos en acción!

—Estás mal de la cabeza. Te dejo un minuto y esto pasa.

—¿Vas a ser mi acompañante fugitivo o no?

Lo piensa por unos segundos.

—Bien. Pero si caminas y te callas hasta llegar al auto.

—Cárgame—se detiene. Me mira con una ceja cínica y suspira, pero termina por subirme a su hombro, sonrío—. Veo el piso.

—Dijiste que te callarías.

—Sí, perdón—mis brazos le cuelgan por la espalda rebotando con el movimiento de sus pasos—. ¿Qué dices de un helado? ¿compramos uno?

Malas Costumbres©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora