60. Meg

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Camino hasta el baño a paso apurado sujetando mi bolso de mano. Sacudo un poco la cabeza cuando me apoyo de la pared antes de entrar, cerrando mis ojos y abriéndolos, sujetando con dolor mi sien. La champaña, y las dos copas de vino, empiezan a tener efecto sobre mí.

Sentada sobre el inodoro presiono los lados de mi cabeza. Intentando apaciguar la ansiedad creciente de querer irme a casa, mi respiración continua doliendo. Siento cómo el aire frío me acribilla el pecho y espalda, hasta mi mano tiembla cuando abanico mi rostro ahora caluroso.

Me apoyo de mi frente con los codos sobre mis rodillas. Apenas si puedo respirar, hasta el vestido empieza a apretarme. Tiento llamar a Jay, sólo para decirme que venga por mí. 

No puedo hacer esto.

Las palabras de Sophia salieron en cámara lenta de sus labios. No estaba en absoluto preparada para esa noticia, sentí como la sangre se esfumó de mi cuerpo y mis manos empezaron a temblar, no supe que responder a los aplausos de mi alrededor, ni a la mirada de Heron, y mucho menos, a Sophia, que quizás esperó por lo menos un gracias. Nada más pedí disculpas y abandoné la mesa. Yo no esperaba que ese fuese el asunto del que teníamos que hablar, llegué a pensar incluso que era sólo una broma.

Sentados en la larga mesa cubierta de un fino mantel blanco, reposaban los floreros con delicados ramos, además de las abundantes bandejas de comida que hacían de un banquete que podría durar una semana fácilmente. Ahora, las risas eran agradables y casi podía permitirme disfrutar de la velada. 

Casi, de no ser por las constantes miradas de parte de algunas invitadas, y de Heron. Bebiendo de mi copa de vino, respondía a su conversación sin demasiado entusiasmo, todavía no alcanzaba la ligereza del ambiente para relajarme, apenas si toqué algo de mi plato, aunque lo que pude degustar estaba delicioso, no pude comer más.

Mucho menos cuando Sofia, tocando su copa suavemente, llamó la atención de los invitados, la mayoría prestigiosas figuras de Bridge. Lo único que pudo escucharse después fue la orquesta que continuaba tocando su delicada, y casi irritantemente feliz repertorio.

—Todos conocemos los nervios de presentarse ante un público—inició, elevando su copa. La elegancia de la Maestra Sofia innegable, sus dedos largos de pianista y ese rostro aristocrático por el que seguramente, cursaron deliciosos momentos de éxtasis musical—. Hasta yo llegué a quedar pasmada de los nervios—rieron, yo sorbí de mi copa—. Pero nunca cambiaría ninguna experiencia. Es algo que espero y deseo, que todos mis alumnos puedan vivir, la alegría de compartir una vida con la música. Hoy nos acompañaba la hija de una de mis viejas amigas, ella es una talentosa estudiante de Bridge...

Me señaló con su palma, dirigiendo la vista de los invitados en mi dirección y a mi postura encorvada que de inmediato, enderezo en mi asiento, dejando la copa sobre la mesa.

—Quisiera anunciar, que será mi representada en la gala navideña de este año. Para reconocer públicamente su gran talento.

En ese momento, mis manos empezaron a temblar. El sonido de los aplausos se hizo hueco y Sofia regresó a su asiento. Bastó de unos segundos para retirarme, mientras el resto volvió a su cena y a su conversación, no pude resistir ni un minuto.

El miedo se apoderó de mí. No puedo. Es lo único que se repite en mi cabeza. Yo no puedo tocar en esa gala.

No quiero, y no puedo estar ahí. Con tantas personas mirándome. Con tantas personas que podrían juzgarme, y hasta acabar conmigo. Creí que extrañaba presentarme, y sí. Pero no deseo presentarte ante ellos, no cuando conseguí ese puesto por Sofia, una vez más, no fui suficiente por mí misma. Hasta empiezo a cuestionarme qué hago aquí, por qué estoy aquí. En el sentido extenso, ¿qué estoy haciendo?

Malas Costumbres©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora