68. Jay

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Quizás, y sólo quizás...

Me equivoqué.

No, quizás no.

Me equivoqué. Todo este tiempo me equivoqué con Meg. Ella también se estaba ahogando en frente de mí y no hice nada. Ni siquiera le pregunté.

La llamo corriendo en dirección al departamento, hace frío, tanto que mi aliento sigue saliendo blanco. No responde al primer tono. Ni al segundo.

Llamo de nuevo.

Cae la contestadora, y aunque decepcionado, necesito decir algo, lo que salga de mi sinceridad.

—Meg, Dios... Lo siento tanto. No quiero que toques en esa gala si no quieres, no tienes que ir a esa cena si no quieres... Deja que llegue a casa, hablaremos, necesito hablar contigo, Meg.

Cruzo una calle y detengo a un taxi que casi me deja sin piernas, me subo dándole la dirección queriendo llegar a su lado lo antes posible, llamo de nuevo, pero sigo escuchando su mensaje pre-grabado.

—No mereces esto, te conozco. Sé que debes estar creyendo que mereces esto y no, por favor... Respóndeme y dime que estás bien, ¿sí? Tienes razón con respecto a Britney, no era mi intención esconderte nada, te juro que no hay nada entre nosotros. Tú y yo podemos solucionarlo...

Britney me llama después de cortar, pero niego con la cabeza. No ahora. Ahora, quiero llegar a casa con ella. Dejo atrás mi molestia e incomodidad, entiendo todo.

Llegando a casa, me recibe Pequeñito meneando su cola. Las luces están apagadas, debe estar dormida en su habitación, sí. Por eso no responde. Pero me asomo en su cama, en la mía. Debe estar en el baño, toco la puerta, pero se abre a mi toque. Esta vacío.

—¿Meg?

Llamo a su teléfono. Sigue sin responder.

Sintiendo la angustia crecer, llamo una vez más... Debe haber salido unos minutos.

Responde su llamada, pero hay silencio detrás de la línea.

—¿Meg? ¿Dónde estás?

Escucho una respiración, escucho mi corazón palpitar dos veces. Gemma me dijo que me fuera de inmediato a buscarla.

—Jay, estoy bien.

—¿En dónde estás? Tengo que hablar contigo.

—Jay—me corta, pasan unos segundos en donde me encuentro mordiéndome los labios a la tensión de su respuesta—, no volveré al departamento. Serán unos días...

Niego con la cabeza intentando digerir sus palabras con claridad, contorsiono mi rostro en confusión, mirando de un lado a otro para verificar que no sea un mal chiste, una de sus bromas extrañas.

—¿Qué? Ya no juegues, ¿en dónde estás? Necesito hablarte.

—Necesito... Jay. No quiero estar así contigo. Por favor, dame unos días para remediarlo.

—¿Qué?—respondo después de unos segundos—. Meg... ¿A dónde fuiste? ¿Por qué?

—Porque estoy harta de que todos deban lidiar conmigo. Que tú debas hacerlo. Lamento todo lo que dije, en serio, nunca me he arrepentido más—sus palabras salen como si su aliento se cortara, lo sé porque el mío también se queda en mi pecho frío—. Perdóname por esto. Y perdóname por no apoyarte lo suficiente. Dame unos días. Hasta después de la gala, estaré bien.

—¿Estarás bien? —digo con incredulidad—. ¿En dónde estás?—segundos después. Segundos en los que camino a sentarme en el sofá sintiéndome más derrotado que nunca.

Malas Costumbres©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora