21. Jay

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—Hasta ahora el único trabajo que puedo ofrecerte es de lavaplatos—dice Víctor en frente de mi, soltando la carpeta sobre la mesa.

Hace tres días, Meg le contó a Víctor nuestra situación, insistiendo que sería genial poder trabajar juntos. Victor le prometió que intentaría encontrarme algún trabajo por la falta de personal, que era urgente según el cartel de aviso.

Intento mantenerme neutral. Será temporalmente, o de eso intento convencerme. No tengo problemas con ser lavaplatos, pero generalmente la paga es una miseria por lavar y limpiar absolutamente todos los platos del día.

—Tenemos muy pocos meseros, y es porque a la gente le parece más... Cálido, que los atienda una chica, como tú amiga Meg—lleva su vista a ella unos instantes, Meg sirve el café de un cliente y se lo entrega sonriendo con decencia—. Si te va mejor, con el tiempo podemos considerarte mesonero.

—¿Cuándo inicio?—no puedo dejar a Meg con él.

Cuando salgo vestido de blanco y con una malla bastante incómoda en mi cabeza, Meg tiene la bandeja detrás de sí mientras Víctor le conversa, sonríe. Meg voltea su atención hacia mi, cambia su expresión a un ceño fruncido.

Me subo de hombros restándole importancia con una sonrisa, Víctor se acerca para después palmear mi espalda, Meg termina por salir de la cocina, echándome una última mirada.

—Veo que te queda perfecto—parezco un stripper enfermero, pero eso no lo diré en voz alta.

VicTOC, como le dice una de las nuevas amigas de Meg, me muestra lo que debo hacer e insiste en que no debo salir de la cocina tantas veces como Robert insistió en no retrasarse con el pago de nuestro alquiler. Solamente asiento con un puños cruzados detrás de la espalda. No me gustaría que nadie me viese con este traje de marinero.

Cuando por fin se larga, la rubia del pastel de zanahoria sale de alguna parte parte de la cocina con un vestido entallado blanco hasta debajo de las rodillas. Me saluda con sorpresa, rodea el mueble con fregador para apoyarse a un lado.

—Bueno, hola—sonríe, colocándose un puño en la cadera.

Tiene ojos azules celestes, su nariz y barbilla son pequeñas y perfiladas. Su cuerpo en sí es pequeño, es alta y estilizada, pero a la vez pequeña en cuanto a contextura, con hombros bajos, cuello largo y piernas delgadas. Tiene una sonrisa blanca y agradable, aunque es algo rígida.

—Hola—termino por responder, aunque sin el mismo entusiasmo, amablemente.

—¿Qué haces aquí?—su tono de voz en sutil, dejo a un lado y plato, prestado mi atención a su conversación.

—Necesitaba un trabajo.

—¿No crees que sería un poco mejor de mesonero?

—Victor dijo que no contratan hombres para serlo—me cruzo de brazos, apoyando mi cadera del fregador.

—Ay, por supuesto que sí—rueda los ojos—. Seguro es porque no te quiere cerca de la chica nueva de cabello negro.

—¿Meg?—pregunto unos segundos después.

—Sí, ella. Meg. Ayer no dejaba de hablar de ella.

—¿Puedo saber... Qué decía?—me arriesgo a parecer demasiado interesado, pero si se trata de Meg...

—Lo bonita que era o algo parecido—le resta importancia—. Cree tener mucho poder porque mi padre le da la oportunidad de escoger el personal—dice riendo con ironía—. Puedo hablar con él e intentar convencerlo.

—Sí, es que... Necesitamos horarios parecidos.

—No creo que sea un problema, ¿estudiante?

—New Bridge.

Malas Costumbres©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora