62. Meg

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Cinco días para navidad...

Remuevo los cojines del sofá, miro debajo de ellos y nuevamente, me encamino a mi habitación levantando mis sábanas y buscando entre algunas gavetas. Colocándome las manos en las caderas, decido qué no puedo darme por vencida y me dirijo a la habitación de Jay, en donde lo encuentro con sus lentes puestos y con una pierna doblada sobre la silla mientras escribe en una libreta.

Miro debajo de su cama, y aunque su cama está tendida, meto mi mano debajo de las sábanas. Busco entre los bolsillos de su chaqueta colgada de la esquina de la puerta como última opción momentánea, pero nada.

—¿Qué buscas?—le observo con obviedad.

—¿Qué crees? Sabía que no debía quitármelo.

—Debe estar en tu habitación.

—No. No está ahí—suspiro—. ¿Recordaste preguntarle a Gemma si por equivocación se lo llevó?

—Sí. Pero me dijo que no.

—¿Revisó?—sonríe.

—Sí, Meg. Está bien, tu collar aparecerá.

Una vez más, suspiro. Salgo de su habitación y me dejo caer en el sofá, donde Pequeñito que descansaba, con sus pequeñas patas camina a mi regazo. Acaricio su cabeza y me percato de que ha crecido un poco.

—No te lo habrás comido tú, ¿verdad?—lame mi pierna, y no tarda en volver a quedarse dormido.

Tomo mi teléfono, buscando entre mis contactos los últimos mensajes de papá sólo para ver una vez más la foto de mamá que me envió unos pocos días atrás. Aparenta haber repuesto unos kilos y su piel se ve más saludable, además de que su cabello luce limpio en su cola de caballo. Sonríe, y mi corazón se calienta al ver un poco de rubor en sus mejillas. Ella está mejorando.

La llamada entrante de papá me saca de ideas, pero antes de responder me muerdo el interior de la mejillas con nerviosismo. 

—Hola, Meg.

—Hola, papá. ¿Todo está bien?

—¡Claro! ¿Por qué no estaría bien?—hace interferencia la llamada.

—¡No! Por nada en especial. ¿Estás bien tú?

—Sí. Estoy bien. Llamaba porque Patricia me comentó que no has respondido su invitación para su cena de navidad—aguardo unos segundos—. ¿Hola?

—¿Irás tú?—suspira.

—Quiero estar aquí con tu mamá. Les permitirán a los que han tenido progreso ir a casa—casi siento que mis ojos se iluminan. 

—¿Puedo ir yo?

—Sabía que preguntarías eso...

—Y creo que la respuesta es no—no responde, hasta después de unos instantes.

—No es un no definitivo. Sólo que, hay que darle espacio. Que entienda su entorno y todo eso que le indica el psiquiatra.

—Entiendo...

—¿Pasarás navidad con Jay? En Goleudy es muy hermosa. Patricia está emocionada porque asistan. No es por presiones—río.

—Lo pensaré...

—Te quiero, hija—me remuevo un poco en el asiento, pensando en qué haré a continuación.

—Y yo a ti.

No puedo evitar sentirme decepcionada. Y ahora presionada por la obligación de asistir a la cena de Patricia. Recuerdo la última experiencia que tuve en una cena similar a la que no tenía muchos ánimos de asistir, y fue tan incómoda que no había puesto ni un pie en lugar cuando ya quería irme. Heron me ha escrito un par de mensajes pidiéndome disculpas, pero ahora estoy más preocupada por lo que pueda pasarle a Jay.

Malas Costumbres©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora