Hace un rato desperté, pero mantengo mis ojos cerrados. Siento la claridad entrar, no es molesta. Pero no quiero enfrentarme al día. Quiero estar aquí, aislada momentáneamente del mundo exterior y de todos sus problemas, de todas formas hoy es mi día libre, así que, lo que haré es accidentalmente procrastinar.
Aunque dudo que pueda hacerlo, tengo tanto que hacer de Bridge que me sofoca de pensarlo, enumero lo que debo hacer en mi cabeza. Creo que sí tendré que enfrentarme al día después de todo.
Siento mi cuerpo ligero, pero también pesado, como si no tuviese fuerzas. Abro un ojo, asegurándome de poder ver. Pero lo que descubro es que tengo una migraña de la que seguro no podré ocuparme hoy. Ya empiezo a preocuparme, han sido más seguidos estos mareos y lo acompañan los desvanecimientos.
Jay tiene sus manos sobre su abdomen, respira con tranquilidad. No parece estar dormido, pero sí parece cansado. Me acerco para besar su mejilla, paseo mi nariz por su rostro buscando que abra sus ojos. Con una sonrisa somnolienta, puedo ver el olivo de sus ojos que por la mañana se ven más claros, con los ligeros rayos de sol atravesando la ventana diciendo que es hora de despertar.
—Hola...—digo. Mi voz apenas un hilo.
—Hola...
Recuesta un costado de su cuerpo en mi dirección, nuestra desnudez la cubre el edredón blanco de su cama. Antes estaría muerta de vergüenza, pero ahora me parece liberador esta nueva intimidad que existe entre nosotros. Hace círculos en mi espalda con la punta de sus dedos, erizando los vellos de mi cuerpo.
Cerrando los ojos por unos segundos, suspiro en paz.
—Falta poco para tu cumpleaños...—dice con su voz ronca y todavía somnolienta.
—¿De verdad? No lo recordaba...—su pulgar hace caricias entre mi cuello y mandíbula, apartando mi cabello.
—¿Quieres ir a un lugar especial ese día?
Pienso, detallando su nariz recta, salpicada de algunas pecas. Sus labios todavía están enrojecidos y su cabello desordenado, con algunos delgados mechones sobre su frente.
Me acerco a su pecho, a su piel caliente y segura. En donde me siento protegida, también pequeña. No tengo que aparentar nada,tampoco esforzarme o forzarme. Le brinda calor a mis fríos pensamientos. Llevo mi cabeza hacia atrás para lograr verlo.
—Aquí—respondo.
Sonríe.
—Puedes estar aquí siempre que quieras.
Estamos así, abrazados y absorbiendo la mirada del otro. Me siento profundamente hipnotizada por el color, el brillo de sus ojos. Desde esta cercanía, detallo la gama de colores que los pintan, marrón claro que pasa al verde, y del verde a un combinación entre ambos.
—Meg...
—¿Sí?...—respondo después de escapar de su mirada.
—Tenemos que hablarlo...
—Lo sé.
—Tenemos que resolverlo—habla con paciencia, con esa voz dulce que usa conmigo—. No podemos seguir...
Le interrumpo con un beso.
—Meg... No podemos seguir evadiendo el asunto con sexo.
—¿Ah, no?—le reto en broma, se que no es el momento, pero a la mención de la palabra, destellos de la noche anterior regresan a mi.
—No, no está bien.
Deslizando mi pierna sobre su cadera, aspiro el aroma de su cuerpo. Juego con mis dedos en su pecho, acariciando después sus hombros y espalda. Estando cerca de sus labios, pero sin besarlo, sintiendo su respiración tornarse caliente.

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Malas Costumbres©
Fiksi RemajaConforme creces, todo cambia. Todo es distinto y nada lo ves de la misma forma. No todos corremos con la suerte de tener lo que queremos, pero lo que tenemos no lo vemos. Sin embargo, siempre hay algo que sella lo que somos. Sin nuestro pasado no se...