26. Meg

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Es el día.

Es el día en que por fin lo que soñé se cumple. Lejos de cualquier cosa que pudo afectarme alguna vez. Anoche casi no podía dormir por lo larga que se hizo la espera. Aprieto un poco más mi cola de cabello, ¿o debería dejarlo suelto? Mirándome al espejo con una sonrisa, dejo que el cabello me caiga de nuevo por los hombros. 

Me muerdo el interior de la mejilla, he esperado tanto esto que se siente casi como un sueño. Uno del que me da mucho miedo despertar.

Intento pensar en la posibilidad de que mamá esté feliz por mi pero es un idea que logra entristecerme, ella está allá. Ajena a las cosas buenas o malas que podrían pasarme. Y yo estoy aquí. Pensando en ella. Pero también cumpliendo mis sueños. La sonrisa de mi rostro regresa, despejo las ideas de mi cabeza y me enfoco en la emoción que siento, el cerebro me podría estallar. Es casi asqueroso, pero podría pasar si continúo conteniéndome.

Mis pies corren al sillón donde está Jay recostado con su teléfono. Me lanzo sobre él recibiendo de su parte un quejido de dolor que logra reprimir su risa. Generalmente debo esperar por él, así que me haya tomado unos quince minutos se más hoy no significa nada.

—¿Qué fue eso?—pregunta.

—Emoción desbordante y sofocante—me levanto y doy una vuelta para que me vea.

—Te ves increíble.

—Bueno, casi siempre voy vestida así...

Se pone sobre sus pies y me da un beso rápido.

—Cállate y vámonos. Te ves hermosa—pongo un cabello detrás de mi oreja sintiendo como el rubor invade mi cara.

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La ciudad está abarrotada, las personas no dejan de pasar con café en sus manos en un intento por calmar los nervios del inicio de semana. Es casi como vivir dentro de El Diablo Viste a la Moda. Sólo que no tengo tanto estilo para vestir, pero no dejo de estar fascinada con cada paso que doy, no intento quitar la sonrisa de mi rostro. Ya quiero saber lo que me espera, siento ese alivio que jamás pensé que sentiría.

Siempre estaba en constante incertidumbre sobre qué iba a ser de mi futuro y tenía que vivir con la pesadilla de ser una doctora triste y frustrada por no cumplir lo que quiso por la insistencia de otras personas. Con esto puedo decir que me siento realizada y feliz. La música jamás para mi fue un esfuerzo, no porque no luchara sino que es parte de lo que soy, viene en mi. 

Supongo que es lo que pasa cuando te apasiona tanto algo que no puedes respirar si dejas de hacerlo, no sé que sería de mi sin lo que hago, mi madre no está ni cerca de ser la mejor pero le agradezco su rechazo, el pensar querer estar lejos de mi para sumergirme en la melodía y la sensación tan profunda que te deja llevar como el mar.

Sólo que no me ahoga ni me duelen los ojos, pero sí tiene sentido.

Antes de dar un paso dentro de New Bridge, Jay aprieta mi mano. Distintas personas entran como si fuera lo cotidiano y lo habitual y sé que será para mi así algún día, lo natural de vivir una aventura diaria.

—¿Estás lista?—me pregunta Jay.

—¿Tú lo estás?

—Lo estoy si tú también.

—Entonces sí—sonrío.

Los dos entramos a nuestra nueva vida con los pelos de punta.

Intento absorber todo lo que me rodea, es tan hermoso que quedo hipnotizada con la idea de estar soñando de nuevo.

Por fuera, tiene una estructura moderna que se alza en su imponencia con tres pisos de alto, bellísimos paneles de vidrios azules que contrastan con las tonalidades tierra y baldosas de ladrillo.

Malas Costumbres©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora