64. Meg

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Dos días para navidad...

Una semana y cuatro días para la gala...

El vaho sale de mis labios conforme apresuro mi paso, hace más frío este día que cualquier otro que pueda recordar. Tengo quince minutos de retraso, mi alarma no sonó y el departamento de Sarah y Andrea queda a media hora de Bridge. Mis nervios se intensifican al notar todos los taxis llenos y nada más puedo con los nervios de que mi último examen inicia en diez minutos.

Corro lo más rápido que puedo cuando me acerco, Bridge está atestada por lo que se me dificulta pasar entre los estudiantes y profesores, y cuando llego a mi aula, la puerta está cerrada.

Con mi pecho doliendo por el aire frío de la ciudad, toco la puerta con cautela. Escuchando nada más que silencio desde aquí. Me muerdo el interior de la mejilla, y cuando abren la puerta, todas las miradas son puestas sobre mí. El maletín del Maestro esta sobre el escritorio, no debe hacer mucho tiempo desde que llegó, pero me observa con desdén acomodándose el botón en la muñeca de su chaqueta.

—Lo siento... Lo siento—digo, subiendo mi bolso a mi hombro e intentando aspirar algo de aire caliente—. ¿Puedo pasar?

—¿Tengo alguna razón para dejarla entrar a mi clase?—pregunta con obviedad.

—¿Soy... Estudiante?

—Mis estudiantes se caracterizan por responsabilidad y disciplina. ¿Es usted de esa manera?—sólo se escucha silencio en la sala. Mi respiración todavía sale entre mis labios y mi mano va instintivamente a mi pecho que arde del frío.

—Sí, señor... Por algo estoy aquí, en Bridge.

Eleva una de sus cejas.

—Mi intención no es... Ser impertinente, nada más quiero presentar mi examen.

—Debería dejarla—escucho su voz. El Maestro dirige su atención a él—. Digo, son sólo cinco minutos de retraso. A cualquiera podría pasarle. Usted acaba de llegar...

—Sí, es cierto—están de acuerdo unos, y otros nada más asienten. El Maestro, echa sus manos sobre sus piernas y se inclina hacia mí.

—Que no se vuelva a repetir, Labrot...

Mordiendo el interior de mi boca, camino a mi asiento suspirando de alivio. Veo a Heron junto a mí, quien tiene una suave sonrisa.

—Gracias...—le susurro. Se sube de un hombro, y parece el mismo Heron que conocí cuando llegue.

—No es nada. Parecía que ibas a echarte a llorar—sonrío, soltando una risa por lo bajo después de unos segundos—. ¿Está todo bien?

Saco mis cosas del bolso, evitando su mirada todavía sintiéndome dolida por su respuesta que me dio en Timotie's, y con más preocupaciones en la cabeza de las que puedo lidiar.

—Todo bien.

Transcurre la hora del examen en silencio. Mi siguiente año aquí será en totalidad práctico, y me veo en la obligación de tener que elegir entre piano y voz. La hora que paso aquí, me indica que es más sencillo resolver este examen que los problemas que enraízan en males mi vida. A pocos días para la navidad y hay tanto desastre que mi espíritu navideño ya se rindió.

Pero termino por decidir qué tocar en la gala. Anoche cuando se lo dije a Jay, tenía tanta rabia dentro de mí que indiscutiblemente, tomé esa confesión como una venganza. Una estúpida. Porque había cambiado de opinión, hasta esta mañana que abrí los ojos y me di cuenta que sería un suicidio no hacerlo...

Estos meses, mi vida ha estado colmada de alegría. Es contradictorio temerle al cambio, cuando es precisamente lo que esperaba cuando llegue aquí, cambiar el paradigma de mi historia. Tocar en ese gala significa quizás el comienzo de algo diferente, y temo que todo lo que construido estos meses, sea tan fugaz como llegó, tendría que dejar atrás lo dulcemente conocido para adentrarme a un mundo nuevo del que no he aprendido nada todavía, un mundo desconocido del que temo.

Malas Costumbres©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora