55. Meg

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Entro al baño, uniendo mi frente a la puerta, con una de mis manos sosteniendo la perilla. Suspiro, siento un nudo que rastrilla mi garganta, lo trago. Respiro entrecortadamente aire por la boca. Recordando cómo tan sólo hace unas horas estábamos juntos de la forma más cercana que pueda hablarse y, ahora, de nuevo esta pared entre nosotros. Esta puerta. Este pasillo. Unos pasos. Nos dividen unos insignificantes pasos.

Jay.

Su te amo. Esas dos palabras, perforaron mi alma de la manera más pura. Quería asegurarme de que había escuchado bien, de que no era un sueño. Y aunque fue durante una discusión, no podría haber pedido que fuese de otra forma. Pero, ¿y si fue por el calor del momento?, hubo tanta confusión en mi en ese instante. ¿Jay puede amarme?, ¿puedo ser suficiente para Jay?, lo intento. Pero él parece apartarme, cada vez que trato de acercarme, me deja a un lado. Y eso, ese sentimiento, ya es conocido para mí, más de lo que he conocido el amor, he conocido el rechazo. Y que venga de Jay... Que me aparte, a la excusa de no poder entender.

Una lágrima cae por mi barbilla. Sigo su camino, hasta que toca el suelo. Desvaneciéndose. Esfumándose. Como un destello de tiempo. Como mi tiempo, mi probada de felicidad con Jay. Unas lágrimas más se hacen camino por mi rostro antes de decidir ignorar el vacío que siento dentro de mí, la familiar sensación de rechazo, de abandono, es conocida, pero todavía no logro acostumbrarme, es como si la densidad de mis emociones me asfixiara.

Y así, me atormentan el resto de mi día. Mantengo una distancia de Jay. Después de preparar el desayuno en silencio y ayudar a vestir a Alissa, marchamos en la camioneta de Matt en tensión. Jay no me dirige la mirada ni el habla y no estoy a la expectativa de que lo haga, además de que no es el momento para resolver nuestro asunto, no lo hará porque me evade, y aunque perfora nuestra confianza, puedo hacer muy poco si Jay no me deja entrar. Me muerdo el interior de la mejilla, observando la ciudad como lo que ahora en mi memoria, un recuerdo.

Alissa sujeta mi mano, los rayos del sol son tímidos todavía pero sigue habiendo movimiento en el hospital, el olor a cloro y químicos, los sonidos de máquinas y ruedas. Me muerdo los labios, caminando hacia Ellen entregándole bolsas de papel en donde guardé algo de comida para ellos, asiento hacia Matt y le ofrezco una sonrisa rápida a Rose, que acaricia mi brazo cuando se levanta.

—Vi a tu papá cerca de aquí—me dice—. Seguro en poco tiempo nos dejarán ver a Aaron.

—¿En serio? Son buenas noticias, podría preguntarle a papá. Vuelvo enseguida—con sus ojos caídos, me regresa una sonrisa tranquila. Rose luce cansada, pero su rostro conserva la misma dulzura de siempre.

Dejo a Alissa junto a Jay, que no regresa a verme, y camino por algunos pasillos a la espera de encontrar a papá. Siento mi nariz enrojecer del frío, hay pocas habitaciones llenas. Termino por encontrar a papá observando una carpeta, vestido con su bata blanca y me sorprendo cuando detallo su nuevo corte de cabello, se quita los lentes dejándolos en el cuello de su camisa antes de darse cuenta que estoy a unos pasos de él.

—¿Meg?—sonríe dudoso, caminando hacia mí.

—¿Corte nuevo?—pregunto, rodeándolo en un abrazo, deteniéndome un instante en su pecho. Papá me aprieta y besa mi frente.

—Sí. ¿Estás bien?, ¿has comido algo?

—Sí... Estoy bien. Y bebí un café antes de venir.

—¿Quieres que compre algo para ti?

Sonrío dándome cuenta que es imposible rechazarle. Caminamos a la pequeña cafetería del hospital, papá me extiende galletas y un jugo de cartón en la mesa sentándose frente a mí.

—Parece que sólo ayer te hubiese traído a este lugar—suspira—. Siempre pedías estás galletas de maní, ¿todavía te gustan, no?

—Sí—muerdo una, riendo suavemente—. Todavía me gustan. Lo recuerdo. Gracias, papá.

Malas Costumbres©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora