67. Jay

127 26 1
                                    

Carajo.

Me meto las manos en los bolsillos de la chaqueta después de repasar mi rostro con exasperación, acompañado de un sonido de frustración. Parece que cada que quiero enmendar mis errores, todo se va al carajo...

Camino sin ningún rumbo fijo, aunque había quedado con Gemma en el bar en donde nos reunimos, no es hasta una hora después. Mientras, estoy aquí pensando en cómo arreglar esto.

Y en sus últimas palabras, que contenían un sabor distinto. No sé cómo supo que Britney me había hecho la invitación de acompañarla y eso, me enoja aún más, porque yo sería quien se lo diría después de encontrar la forma de verlas a ambas.

No puedo mentir. Aprecio a Britney, pero nada más allá de una buena amistad. No quería fallarle diciéndole que no podía asistir cuando sé que no tiene a nadie quien pueda ir a verla. Recordé los recitales de Meg, donde terminábamos yendo mamá y yo porque sus padres no tenían el tiempo suficiente.

Meg no lloró frente a mi cuando preguntaba por sus padres y nadie le daba una respuesta. Pero, sabía que no estaba bien cuando se forzaba a sonreír, todavía quedando de primer lugar no era suficiente.

Britney no tiene a nadie aquí además de Colin. No fue mi maldita intención discutir con Meg, mucho menos decir palabras que no quería...

Nada más, quería apoyar a Britney.

Pero me queda claro que Britney siente algo por mí. Y eso, no está bien. Casi puedo entender cómo se siente Meg, aunque todavía sus palabras hacen que ardan mis pensamientos.

Maldita sea...

Maldita sea, maldita sea...

—Jay.

Separo mis manos de mis ojos y en medio de un suspiro, me enderezo colocando un tobillo sobre mi rodilla.

—Ya basta.

—¿Cómo?—me subo de hombros.

Gemma suspira, mira hacia un lado. La barra está vacía, no hemos pedido ninguna bebida. El karaoke está a todo volumen y la cabeza me palpita con dolor. El bar tiene hoy un olor a incienso y ron, apenas si lo digiero.

—Lo arruiné, sí.

—No exageres. Fue una discusión y ya, ¿no han tenido las suficientes como para saber que se van a arreglar en unos días?

—Estaba fuera de sí.

—Me has dicho que Meg es naturalmente explosiva—respiro con resignación, el bartender trae dos vasos con licor.

—Nunca me había dicho que no funcionaría, no la viste. ¡Me dijo que no le haría lo mismo que en Ciudad Solar! ¡Ni siquiera...

—Ya cálmate. Jay, no es fin de mundo.

Bebe de un sorbo el contenido, después pide otro con el dedo al muchacho detrás de la barra.

—Debiste decirle—menciona.

Apoyo los codos en la mesa con sonidos de resignación.

—Iba a verlas a ambas. ¿Cómo supo que iría con Britney?

—La pregunta es, ¿cómo ibas a estar en ambos lugares a la vez? Son salas diferentes, y todos empiezan a las ocho.

Niego.

—No sé, iba a encontrar la manera.

¿Qué harías si te dijera que Heron me besó?

La besó. La besó. ¿La besó?

Siento mi sangre calentarse y mis cejas unirse del disgusto, imaginando la escena. Meg es libre. Fui absurdo cuando golpeé a Heron, ella tenía razón. Pero, yo no podría imaginar besar a alguien quien no fuese ella. ¿Meg sería capaz de besar a otro hombre, después de decirme que me ama?

No.

Pero fue con Heron a esa cena.

No le mentí cuando le dije que entendía, no puedo –ni mucho menos quiero– obligar o prohibirle de algo. No estoy en posición de hacerlo porque quiero su plenitud y libertad. Confío en Meg más que en nadie, y sé que ella no lo hizo. Pero sus palabras perforaron mi pecho, y la gotera de la duda empezó a inundar mis suposiciones.

Meg nunca ha dicho algo sobre Gemma, no ha mencionado nada de las chicas que me rodean. Excepto de Britney, y yo sé la respuesta del por qué.

—Jay, Meg fue a esa cena con Heron. ¿Por qué deberías tú sentirte mal por ir con Britney a la gala?

—Gemma, yo no busco lanzarle en cara a Meg que haré lo mismo por venganza.

—Eres patético, ¿te das cuenta de lo que dices? No quiero ser entrometida, pero era más que evidente que Heron gusta de Meg, es absurdo que ella se enoje contigo cuando hizo lo mismo.

—No busco hacerle daño a la excusa de que ella lo hizo primero, yo... Las cosas no funcionan así.

Se toma otro trago.

—Es chica está mal, bastante mal.

—Gemma—advierto. Sus ojos grises se clavan en mi rostro con una expresión cínica—. Yo iba a decirle a Meg sobre la gala. Iba a decirle por qué he estado en el departamento de Britney, ella merece esas respuestas porque se supone que nos estamos encaminando a una relación estable... Meg, ella... Nunca me ha mentido, aunque insistía que no estaba en obligación, ella me decía que deseaba que confiase en ella, aún sabiendo que, yo confío. Pase lo que pase. ¿Cómo puedo ofrecerle lo mismo si paso por alto esta clase de detalles?

Gemma no dice nada. Me observa con algo que podría identificar como cautela, sacude la cabeza y se toma otro trago.

—Quisiera que alguien se hubiese preocupado así de mucho por mí en el pasado... Y bueno—su abrupto cambio llega con una sonrisa y una palmada en sus piernas, entrelaza sus manos y se endereza—, ¿qué harás?

Suspiro.

—No tengo la más mínima idea.

Ríe, niega con la cabeza apoyándose de su dedo medio.

—Jay... Nadie ha pedido mi opinión. Pero Meg necesita ayuda. Ese comentario que hice, sobre que ella está mal... Sabes que tengo razón. Aunque sea un poco. ¿Tú crees que de verdad Meg está emocionalmente sana para tener una relación? ¿Lo estás tú?

Callo mi rabia, mi frustración y apago un minutos mis sentidos. 

No había pensado en eso...

No soy el único quien ha estado hundido en incertidumbre y desvelo. ¿Cuándo fue la última vez que Meg mencionó algo de cómo se sentía? Hace unas noches, cuando bebía su té. Se veía tan... cansada. Se veía como yo me siento ahora y, estaba dispuesta a compartir mi carga.

Después de eso, no recuerdo que me haya dicho algo más. Y me enferma de repente ese escalofrío que recorrió mi espina dorsal. Cuando me contó sobre su madre se veía destrozada pero fuerte a la vez, Meg es fuerte, le dije que era susceptible y cómo no, después de que ha pasado por tanto. Pero no es frágil, ella tiene razón.

Mi Meg es fuerte, pero ahora, ella no está bien.

—¿Qué hago entonces?

—La mejor forma en la que puedes ayudarla es, pidiéndole que busque ayuda—se sube de hombros, añadiéndole obviedad a sus palabras.

Me dejo caer en la silla, como si todas las respuestas vinieran a mí de choque, de golpe.

—No había pensado en eso, todo estos años...—casi susurro.

—No lo digo con malas intenciones, ¿está bien? Sólo que, veo que quizás se están volviendo muy dependientes uno del otro, si inician así una relación, pues...

Por unos instantes se pierde su mirada, y con el labio entre los dientes, regresa a mi sonriendo con suavidad.

Me pone una mano sobre el brazo, palpando con entendimiento. Se acerca unos centímetros uniendo sus cejas y manteniendo una leve sonrisa en las comisuras de sus labios.

—No dejes que ella se pierda y después, ya no pueda encontrarse.

Malas Costumbres©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora