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Le gustaba desayunar en paz, disfrutando del cálido sol que entraba a través del ventanal, a veces aprovechaba ese pequeño tiempo para mirar alguna película o repasar los últimos temas de su clase. Diría que era el mejor momento del día, una atmósfera cómoda e imperturbable, sin embargo...
―Hay una chica en mi cuarto, necesito que le digas que se vaya.
Lo miró mientras llevaba la taza a sus labios, bebiendo el café que había preparado. Yoongi tropezó con sus propias palabras, estaba despeinado, con ojeras, su aliento aún olía a alcohol y no traía la parte superior de su pijama. Era un evidente desastre.
―¿Por qué debería ayudarte?
―Porque sino vamos a tener a una extraña instalada en nuestro departamento y ya sé que eso no te agrada. Ve, yo iré al baño.
―Voy a matarte, Min Yoongi.
Hace tiempo que aquello se volvió una rutina antes de poder hacer algo al respecto. Haneul no podía reclamarle por llevar gente, ella también hizo lo mismo una o dos veces, pero Min Yoongi... ah, era caso aparte. Bebía toda la noche, conocía a una bonita chica y el resto es historia; terminaba amaneciendo en su cama con la mujer durmiendo a su costado y básicamente, se volvía un cobarde.
Huía con agilidad y velocidad, y procurando no despertar a su pareja recorría el departamento en busca de Haneul. Casi siempre la encontraba desayunando, aunque existieron días donde tuvo que infiltrarse en la habitación de la chica y despertarla bajo el riesgo de ser golpeado.
En resumen, Yoongi se llevaba toda la diversión y ella limpiaba su desastre a la mañana siguiente. Porque no solo se encargaba de correr a quién sea que estuviera allí, sino que también lo ayudaba a ordenar su cuarto y propia imagen para regresar a la universidad como nuevo.
Recordaba el día en que lo aceptó como compañero de piso, creyendo que era alguien tímido y calmado, que no causaría problema. Se arrepentía un poco...
