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―PEDIDO.
Tener un día libre era algo que rara vez figuraba en la ocupada agenda de Yoongi pero esta vez se las había arreglado para reservar casi una semana completa para si mismo y su familia.
Sabiendo que iba a pasar algo de tiempo hasta que pudiera volver a tomarse un descanso había estado atesorando cada momento que pasaba junto a las personas que más amaba en el planeta en el fondo de su corazón, para extrañarlas un poquito menos una vez que deba irse lejos otra vez. Y ahora estaba presenciando uno de esos instantes que tanto adoraba.
―Oh, ¿te despertamos?―, preguntó Gia suavemente al notar que Yoongi estaba mirándola con una sonrisa. Parecía que llevaba despierta un buen rato, y se veía radiante, contrario a Yoongi quien tenía todo su cabello despeinado y marcadas ojeras que estaban decorando su pálido rostro.
―No, está bien―, respondió de igual manera. Aún mantenía esa sonrisa en su rostro, y cómo no, si lo primero que veía al despertar era a su adorable pareja jugando con su pequeña bebé de tan solo diez meses.
Gia se acercó para dejarle un beso en su frente, cosa que calentó el corazón del chico. Esa era su forma de decirle buenos días. ―¿Estás totalmente despierto?―, cuestionó para recibir un asentimiento de parte de su pareja. ―Bien, entonces cuida de ella―, ordenó la pelinegra levantándose cuidadosamente, y ante esto, Yoongi recostó a su hija sobre su pecho. ―No te duermas de nuevo, voy a preparar el desayuno―, indicó en vano ya que, ni bien abandonó el cuarto Yoongi volvió a sentir el sueño sobre él.
Incluso su pequeña ya se había dormido sin que lo notara, y cuando se dio cuenta la observó con amor en sus ojos, la bebé había cerrado su diminuto puño sobre la remera de él, casi abrazandolo, y roncaba suavemente. Llevaba pocos minutos despierto pero ya era imposible para Yoongi borrar su sonrisa. Se sentía la persona más afortunada del mundo, y dejando un suave beso en la cabeza de su hija también cerró sus ojos listo para dormirse junto a ella.
Pasados unos quince minutos Gia regresó al cuarto, solo para quedarse junto a la puerta mirándolos con ternura. ―Ustedes dos siempre me hacen lo mismo―, susurró divertida, y, decidiendo dejarlos descansar otro rato, bajó a la sala para buscar algo con que entretenerse mientras tanto.
[...]
Al despertar por segunda vez no se sorprendió al encontrarse totalmente solo. Simplemente se estiró en la cama a la vez que dejaba salir un bostezo. Con toda la pereza del universo se encaminó a la sala, donde podía oír a su pareja riéndose, probablemente de alguna tontería que su niña estuviese realizando.
―¿Iremos a desayunar afuera?―, preguntó al notar como tanto Gia y la bebé estaban vestidas para salir. Al verlo, la pequeña estiró sus brazos hacia él dejando salir una risita que iluminó su alma.
