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―¿Me quedaron iguales?
―Sí.
―Ni siquiera miraste. ¡Fíjate bien!
Yoongi soltó un suspiró mientras terminaba de acomodar su camisa, sabía que no iba a dejarlo en paz hasta que le diera su sincera opinión y no tuvo más opción. Tomó los hombros de la chica y se acercó a su rostro, bajando un poco para quedar a su altura y prestó atención a sus ojos. ―Extrañamente, el delineado está perfecto―, dijo finalmente.
―Muchas gracias, Yoon―, estaba avergonzada por la manera en que su voz tembló al responder. Tuvo suerte de que Yoongi no notara aquello, y también agradeció que el chico se fuera hacia el baño rápidamente para terminar de arreglarse, porque sus mejillas estaban ardiendo y no había forma de ocultar su sonrojo. ―¿Qué está mal conmigo?―, susurró con molestia en lo que regresaba a su cuarto para terminar su bonito maquillaje.
A simple vista no podrías notarlo, pero muchas cosas habían cambiado últimamente. Para sorpresa de Haneul, Yoongi no llevó a nadie más a su departamento desde aquella vez, tenía seis meses sin echar a alguna chica de allí y por ello creyó que había tomado su consejo en serio; esperaba verlo salir en citas o finalmente tener pareja estable, pero no.
Nunca se animó a preguntarle directamente, pero Yoongi no parecía estar interesado en nadie y si bien seguía saliendo casi todos los fines de semana, no volvía acompañado.
Haneul no entendía, porque no sabía que Yoongi estaba siguiendo su promesa. El chico se propuso ser algo mejor, según él, alguien que mereciera estar a su lado.
No ocultó sus intenciones pero tampoco las aclaraba. Eso creo confusión en Haneul, pero de todas maneras, los pequeños actos que Yoongi tenía hacia ella no pasaron desapercibidos. Aprendió a prepararle el desayuno y ahora era común que él despertara primero para tenerlo listo, memorizo sus sabores favoritos para casi todas las comidas y de vez en cuando la sorprendía con un buen plato, estaba más pegado a ella, cuando se estresaba con los estudios Yoongi la llevaba a dar un paseo, pequeños regalos, sonrisas y abrazos... Haneul debía admitirlo, su corazón se aceleraba y sus sentimientos florecían.
