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—¡Oh, no, mierda, no! ¡No en mi cama!
La pareja que buscaba tener algo de intimidad tembló al oír aquel grito que resonó en sus oídos por encima de la música. Junto a la puerta se encontraba Sunmi, sus manos cerradas formando dos puños y el ceño fruncido echando cuchillas a través de sus ojos, —Tienen tres segundos.
Los desconocidos no querían problemas, simplemente tomaron sus ropas y se fueron susurrando maldiciones. Sunmi salió detrás de ellos y cerró la puerta de su cuarto con llave, guardando la misma en su bolsillo.
Decir que estaba furiosa era poco, lo único que pensaba era en las mil maneras que usaría para estrangular a su hermana. —"Pequeña reunión", mis pelotas—, bufó observando su casa, repleta de adolescentes bebiendo, drogándose y Dios sabe qué más.
Su hermana mayor se había mandado la fiesta de la década, las ganas de asesinarla se incrementaban cada vez que avanzaba y veía toda la mierda que deberían limpiar al día siguiente. Por supuesto que la delataría con sus padres, podían estar en la universidad pero Sunmi seguía siendo una chiquilla que siempre se saldría con la suya al ser la menor de la familia.
—¡Sunmi, Sunmi!
—Me tocas, te mato.
El chico retrocedió con las manos en alto, en realidad no se conocían, él solo era un amigo de su hermana y creía que ella también seria su amiga por asociación. Estaba equivocado.
—¿Dónde está Soo?—, cuestionó sabiendo que estaba cerca, porque donde ese chico andaba ahí iba a estar su hermana.
—Entró a la cocina.
No iba a iniciar una pelea ahí mismo, no era su estilo, pero sí quería decirle un par de cosas si es que no estaba muy drogada para entenderla. Sunmi no era una aguafiestas, todo lo contrario, disfrutaba de salir muy seguido y asistió a muchas fiestas. Pero en otras casas. Claramente no le agradaba tener media población estudiantil en su patio.
