Ojos de Luna

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El camino al templo sur fue relativamente corto a pesar de estar lejos del palacio principal en donde la reina, en este caso su abuela, residía junto a su descendencia.

La construcción era rica en elegancia y elementos que los hombres solían codiciar para sus propios fines. Desde diamantes y cuarzos nunca antes vistos hasta las más exóticas plantas y flores que la naturaleza podía brindar; el palacio era una clara representación de lo más antiguo y enigmático que podría llegar a la mente de cualquier observador con solo estar ante él.

—Reina —rindieron sus respetos las seis guardianas que se encontraban frente a las grandes puertas, todas con arcos listos para acabar con cualquier intruso sin autorización—. Princesa.

Aria hizo una reverencia corta, sonriendo con cierta incomodidad debido al título con el que se dirigían siempre a ella, a pesar de haber estado en el clan pocas veces y por un lapso corto de tiempo.

—¿Las sabias siguen dentro?

—Sí, mi reina —habló la más alta del grupo, una Veela de ojos plateados brillantes y cabello rojizo claro hecho una trenza—. Llevan aproximadamente una hora y se les veía realmente angustiadas.

—¿Angustiadas? —repitió con el ceño fruncido—. ¿Será por la presencia de un humano en el clan?

—¿Un humano?

—¿En el clan?

La líder de aquel grupo miró a las cinco Veelas detrás de ella con una ceja alzada al escuchar cierto eco de emoción contenida en sus voces.

—El segundo hijo de Harry Potter, Albus Potter —anunció y Aria ladeó la cabeza con confusión al ver las reacciones posteriores.

—¡¿El héroe de Inglaterra?!

—¿El que venció a uno de los seguidores de lo oculto?

—¿Su hijo está aquí?

—¡¿Justo ahora está pisando el mismo suelo que yo?!

La guardiana líder pidió perdón a Sabik con la mirada mientras las Veelas a su cargo se miraban en las aguas del pequeño arroyo que rodeaba la gran estructura, como si verificaran sus apariencias.

—Es mi invitado, traído por mi nieta.

—Cabe recalcar también que Albus Potter es la pareja de la princesa Aria —dijo la de ojos plateados y su pequeño grupo miró a la Ravenclaw que había estado observando a una bella ave en una de las ramas de los árboles más cercanos.

Al sentir varias miradas en ella, volvió el rostro hacia las demás con una sonrisa amable.

—Oh... —murmuró una de ellas.

—De todas formas pensaba quedarme de largo y hacer doble turno —desvió la mirada otra, escondiendo su desilusión.

—¡Qué injusta es la vida! —se quejó una rubia de ojos color miel con cierta gracia, puesto que era una de las que más apreciaba a la nieta de su sabia reina.

—¡Nadie podría vencer a la princesa! —La cuarta y menor de todas exclamó aquello con un sonrojo suave—. Usted no se preocupe, princesa, ahora que sabemos todo ayudaremos a su humano para que no sea abordado por las demás.

Mi Hermosa Veela y La Melodía PerdidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora