Granizo tormentoso

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—Ten más cuidado, aún estás muy débil.

De la taza de chocolate caliente salió una pequeña nube de vapor en cuanto fue soplada mientras los ojos azules observaron con cautela a quien comenzaba a beber a velocidad a pesar de su pedido.

—Lo siento, pero amo demasiado el chocolate —se disculpó con la voz un poco rasposa, puesto que tal y como él había dicho, aún seguía con las secuelas de aquel evento—. No necesitas preocuparte tanto, estoy bien, mira —dejó la taza vacía en la mesita de noche y elevó sus brazos hasta moverlos con cierta rapidez para demostrar su rápida recuperación—. Mi movilidad es casi perfecta, incluso siento que podría ponerme de pie e intentar sal-

—No, nada de saltos —interrumpió y luego suspiró—. El medimago...

—Un viejo charlatán —murmuró por lo bajo, aún con el resentimiento por haber sido prohibido el chocolate en su dieta.

Solo Merlín sabía la cantidad de veces que tuvo que suplicar por al menos una taza de tan deliciosa sustancia.

—¿Aún sigues resentida?

—Lo suficiente como para gruñirle si regresa —aseguró mostrando los pequeños colmillos que aún dominaban a sus dientes a causa de la larga duración que estuvo con ellos.

—Calíope...

La aludida lo miró y pronto se sentó mejor en su sitio mientras cerraba la boca y acariciaba distraídamente las mantas que cubrían sus piernas.

Necesitó de días desde su regreso para poder despertar siendo nuevamente ella. Si bien por fuera —siempre y cuando no abriera la boca dejando a la vista su dentadura momentánea— se veía como la Calíope que todos conocían, por dentro algo había cambiado. Ella era más perceptiva que antes y su don se descontrolaba con mayor facilidad; era capaz de escuchar la caída de una cuchara en el primer piso desde donde estaba y bastaba un cambio repentino en sus emociones, como el susto, para que alrededor de la Madriguera lloviera o granizara.

Había tenido hasta el día de ayer entrevistas con los autores, quienes le habían hecho innumerables preguntas con respecto a su estadía misteriosa durante su desaparición, pero la verdad era que Calíope no había sido capaz de responderles, porque no recordaba absolutamente nada de todo ese tiempo.

Incluso bajo la revisión de Elnath y Altair fue incapaz de resolver las dudas de todos y la propia.

—Estás muy tenso, Lysander —dijo con una sonrisa pequeña—. Sé que no puedo recordar nada... pero tus emociones pueden ser fácilmente atrapadas por mí... ¿Puedo saber qué pasa? Estoy preocupada por ti. Has estado aquí durante días, a lo mejor necesitas ir con tus familiares y ami-

—No —respondió jugando con sus dedos sobre su regazo, interviniendo para sorpresa de Calíope—. Lorcan fue a casa de Megan y mis padres asistirán a una reunión de colegas para Navidad... No habrá nadie en mi casa y yo... yo prefiero estar aquí —al fin hizo contacto visual y Calíope lo observó con curiosidad—, contigo.

Aquello logró que el corazón de Calíope saltara en su sitio, mas pronto la emoción se fue en cuanto una imagen llegó a su mente.

—¿Y qué hay de Isab- ?

—Está lloviendo otra vez —murmuró Lysander, logrando que ella volviera la cabeza hacia la ventana y comprobara lo que él acababa de decir.

El Hufflepuff aprovechó aquel momento de distracción para observar su reflejo, sabiendo perfectamente que inconscientemente el recuerdo de Isabelle había ocasionado que Calíope volviera a influenciar al clima a su alrededor.

Mi Hermosa Veela y La Melodía PerdidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora