La habitación del pánico

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✔️ Somerset, Inglaterra

El carruaje se detuvo, dando a entender que habían llegado a su destino.

El abraxan —de pelaje crema y uno de los miles que su familia poseía— relinchó y golpeó el pasto con sus cascos, expresando su deseo de continuar con el paseo; sin embargo, nadie le hizo caso.

Las imponentes puertas de acero negro y bellamente diseñadas con la inicial y el símbolo de aquella mansión, parecían ser el inicio de aquel cielo muggle que había leído alguna vez. Algo muy contradictorio teniendo en cuenta que para él, era el mismísimo infierno.

— Es hora, hijo —le sonrió, expresando pesar en el fondo—. Hemos llegado.

Suspiró, mirando sus manos sujetas a sus rodillas. Sus facciones se volvieron más serias y sus orbes más opacos, antes de cerrarlos por un instante. Tomó una gran bocanada de aire y se enderezó en su sitio.

Un elfo apareció en la entrada, abriéndoles las puertas del transporte con una reverencia. Alphonse lo observó, notando los vestigios de castigos en sus brazos; su rostro se contrajo en una mueca, sabiendo que su padre era el causante.

— Señor Alphonse —murmuró con su tímida y aguda voz—. Señor Lesath; el amo Armand me envía para llevarlos dentro de la mansión.

El adulto lo saludó con amabilidad y el elfo agachó aún más la cabeza.

Lesath, que acababa de cambiar su mirada lo más que pudo, bajó del carruaje y se acercó al Abraxan. Llevó una mano a su saco y de él obtuvo un dulce especial para luego dárselo. Acarició su cabeza y volvió a cerrar los ojos mientras pegaba su frente a su pelaje.

El sonido de las puertas al abrirse lo devolvió a la realidad; se separó, le dirigió una última mirada y se giró para quedar frente al bello jardín Delacroix.

— Lesath, vamos.

El Hufflepuff apretó los puños y avanzó, con las fronteras cerrándose detrás y con la niebla matutina comenzando a rodeándolo.

Las pocas aves que residían en los árboles, cantaron y lo siguieron con la mirada. Las ninfas de los árboles soltaron risitas y desaparecieron en cuanto él las miró.

— ¿Cómo está mi hermana?

El elfo jugó con sus dedos, guiándolos.

— La ama Celine acaba de llegar de un viaje a Francia —explicó, llegando al fin ante la entrada—. Se le ve muy...

— ¡Alphonse!

El hombre de mirada amable no tuvo tiempo ni de girarse. En un segundo, los delgados brazos de su hermana lo envolvieron con cariño, haciéndolo trastabilar en su sitio.

— Celine —sonrió, devolviéndole el gesto.

La tía del Hufflepuff: Celine Amelie Lamberth —anteriormente Delacroix— tenía una larga cabellera rubia y unos brillantes orbes grises. Según la tradición, ella debería de ser la segunda en la línea de sucesión, pero Armand lo cambió y Lesath era el único que podría sucederlo.

— Mi querido hermano, ¡Ha pasado tiempo desde la última vez que pude verte! —mantuvo las manos en sus mejillas mientras se giraba a ver a su único sobrino—. Less, has crecido un montón.

El chico le sonrió, con aquella mirada vacía aún presente en su rostro.

Celine hizo una mueca.

» Oh, hola Izar.

"Izar", ese era el segundo nombre de Lesath y la forma como ella lo llamaba cuando usaba su magia para no demostrar el brillo de siempre. Todos sabían muy bien que él odiaba hacer aquello, pero que no tenia otra opción si deseaba estar frente a Armand.

Mi Hermosa Veela y La Melodía PerdidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora