Gustos y colores

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Necesitaba urgentemente distraer su mente.

Sus manos estaban bien ocultas en sus bolsillos y la bufanda con los bellos colores de su casa rodeaba su cuello y tapaba parte de su boca; odiaba el frío y lo peor era que solo estaban en Otoño.

— Buenos días —la que parecía la líder del grupo de chicas que pasó por su lado, le saludó con un guiño y un brillo en sus ojos que daba a entender sus intenciones ocultas.

Ja, pobre ilusa. Si tan solo supiera que no era su tipo.

— Buenos días, Mademoiselle —el tono suave y galante de voz que tenía, logró que ella sonriera aún más y que sus amigas chillaran de emoción.

Sin embargo, antes de que aquella rubia pudiera detenerse a buscarle conversación, aceleró el paso mientras fingía que alguien lo llamaba al final del pasillo.

Cuando supo que estaba fuera de peligro, tomó un descanso y prosiguió con su marcha en busca de algo nuevo en lo que pensar.

La imagen volvió y eso solo hizo que negara violentamente con la cabeza para disiparla.

Si su prima lo supiera... ¿Qué diría al respecto?

Sonrió para sí mismo, sabiendo que estaba exagerando. No era la primera vez que presenciaba algo parecido, después de todo... en Beauxbatons también existía el Quidditch y por consiguiente jugadores.

«Pero él se veía TAN bien»

El caso era, que solo una hora antes, un inocente Eros, descansaba en las gradas del campo de Quidditch después de un día lleno de tareas y teoría.

Él odiaba la teoría y para su suerte, era bueno en la práctica.

No sabía si había sido acto del cielo o del infierno, pero, bajo su atenta mirada, todo el equipo de Slytherin había salido de los vestidores para comenzar con el entrenamiento.

Estaba más que claro lo muy atento que se había mantenido a cada jugada, en especial en los jugadores. Habían chicas muy lindas, era cierto, pero también habían chicos que lo hacían no apartar la vista de ellos. Aún así, sus orbes azules se habían posado en Albus Potter y en la agilidad con la que iba de un lado a otro mientras dirigía y enseñaba cómo anotar puntos rápidamente.

» Ay, pobre de mí —se lamentó posando una mano en su frente—, mira que fijarme en un chico prohibido... definitivamente no lo heredé de mis padres —se veía pensativo y los retratos lo observaban con curiosidad—. Uhm... me pregunto dónde podría estar...

Y como si el cielo lo hubiera escuchado, una figura oscura pasó por delante de su rostro, con un libro abierto entre sus manos.

La imagen de todo el equipo de Quidditch y de Albus Potter pasó a segundo plano en cuanto sus ojos se fijaron en la cabellera oscura que se sacudía con el viento proveniente de la ventana más próxima.

«¡Gracias, quien quiera que me haya escuchado!»

Sonrió y se arregló la bufanda antes de trotar hacia su objetivo. Se detuvo a su lado y esperó pacientemente a que se diera cuenta de su presencia.

Al ver que el otro no reaccionaban y que seguía con su lectura y andar, carraspeó, deteniéndolo en el acto.

» Hola, ojos grises —saludó con alegría.

El contrario desvió la mirada de su libro y lo observó con neutralidad.

» ¡Cuánto tiempo! —siguió al ver que él no decía nada—. Me preguntaba si estabas bi-...

Mi Hermosa Veela y La Melodía PerdidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora