Corazón olvidado

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Caminaba por el cuarto piso, con la mente en otra parte.

A su lado estaba ella, haciendo todo el esfuerzo que podía por animarlo y mantenerlo conciente en la realidad.

Se sentía vacío y melancólico, necesitaba algo pero no sabía porqué; simplemente tenía ese impulso de ir hacia su hermana y no apartarse de ella hasta que se lo entregara.

¿Y si se negaba?

Bueno, él al fin le revelaría que moriría y que sería su culpa.

¿Que era muy cruel viniendo de su persona?

El hecho de que nunca antes se haya comportado de esa manera, no significaba que cuando viera algo incorrecto se quedaría en silencio y sin hacer nada. Era un adolescente y mitad Veela, sus impulsos se hacían más fuertes con el pasar de los días y esa era una de las razones por las que no pasaba tanto tiempo con sus amigos.

No quería lastimarlos.

Ahora bien, su hermana estaba cometiendo una equivocación. La piedra guardiana no era mala y lo sabía desde el primer momento que la había tocado.

No sabía cómo explicarlo, cómo expresarse; era un sentimiento tan cálido y triste, que cuando estaba a solas con el collar, derramaba lágrimas mientras observaba por la ventana el paisaje del día.

— ¡Abi! —su prima tiró de su brazo y evitó que chocara contra una de las columnas—. Estuviste tan cerca. Ten más cuidado.

La miró sin realmente estarlo haciendo y solo atinó a asentir para no preocuparla más.

Recordó entonces a Hugo y a Lily, algo que con el pasar de los días se había esforzado mucho en no hacer.

¿La razón?

Era simple, complicada y confusa a la vez.

En vacaciones, cuando solo faltaban dos semanas para el inicio de clases, una carta con remitente desconocido había llegado a la Madriguera. Estaba dirigida para Lily y era una en la que le expresaban sentimientos muy puros hacia su persona; Hugo se había sorprendido en un inicio, al igual que él, pero luego empezó con sus bromas y logró, sin quererlo, provocar que la pelirroja llorara.

Esa, había sido la primera vez que Abel había visto el rostro empapado en lágrimas de su amiga, desde que habían dejado de ser unos niños pequeños que con el más mínimo raspón hacían todo un escándalo. Él sabía que Lily era fuerte, muy fuerte para su edad y, el verla en ese estado, despertó un sabor amargo en su garganta que fue subiendo hasta provocar que dijera varios términos en contra de su mejor amigo, logrando que éste se enojara y se sintiera mal.

Así fue como dejó de hablar con Hugo.

¿Y Lily?

Siguiendo con el relato de infortunios, después de que un muy molesto Hugo Granger-Weasley se hubiera marchado hacia su habitación dando zancadas —no sin antes haberle derramado toda una botella de agua a su amigo de infancia—, Lily se aproximó hacia el inicio de las escaleras para gritarle a su primo que se disculpara, pero él ya no podía escucharla y Abel estaba hecho un desastre, por lo que retrocedió y, con una toalla, secó su rostro y cabellos castaños, mientras él se mantenía nuevamente ausente de la realidad.

Era algo que no podía evitar y que de un momento a otro le sucedía.

No sabía cómo, pero del tema de la carta y la desastrosa discusión de ambos chicos, habían pasado al collar. Lily estaba preocupada por su abstracción exagerada y le pedía que le dijera la verdad sobre su relación con la piedra guardiana. Abel le respondió que no podía, que había hecho una promesa; Lily, como toda buena amiga que se preocupa, insistió y él volvió a repetir tajantemente que no lo haría, que ella no era la persona indicada a la que le podía contar.

Mi Hermosa Veela y La Melodía PerdidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora