Confrontaciones inminentes

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—¿Qué haremos, Minerva?

La enfermería estaba a oscuras, siendo iluminada tenuemente por las antorchas ubicadas en las paredes. Era una gélida noche de invierno y algunas de las camillas estaban ocupadas por estudiantes que parecían estar bajo los efectos de pociones del sueño.

La chica entre ambas adultas se quejaba levemente mientras el sudor bajaba por su rostro hasta perderse en las mantas. Madame Pomfrey había intentado de todo para curar los rasguños en su brazo, pero estos no desaparecían y brillaban cada cierto tiempo en una tonalidad oscura y preocupante.

Ilvermorny había dejado en claro su deseo de llevarse a la estudiante a sus instalaciones, pero después de haber intentado trasladarla, un grito desgarrador se había abierto paso en la garganta de la adolescente, dejándoles en claro que el alejarla de Hogwarts no era viable.

No era una opción.

Después de su hallazgo por el estudiante de Ravenclaw: Eros Angelelli, Mcgonagall había avisado rápidamente mediante su patronus al ministerio, obteniendo una respuesta inmediata al ser enviado Harry Potter y el grupo a su cargo para las investigaciones.

Dakn...

Eso parecía ser lo único que la joven de séptimo año podía decir en la inconsciencia. Una palabra que guardaba un significado muy alarmante para los que la conocían a la perfección.

—Pobre niña... —la enfermera se dio la vuelta para tomar uno de los frascos de la estantería—. Esto debería aliviar la fiebre un poco.

Las puertas de la enfermería se abrieron y Harry Potter —con aquella túnica que lo identificaba como el jefe del departamento de seguridad mágica— avanzó con rostro serio hacia ambas mayores, haciendo un ademán a modo de saludo en cuanto hubo llegado ante ellas.

—Profesora, los aurores ya han sido distribuidos en los alrededores, pero no hay señales de nada sospechoso —suspiró, cerrando los ojos para evitar grabarse la imagen de la chica que estaba en la camilla quejándose por el dolor—. Después de una larga observación, creemos haber llegado a la conclusión de que esas marcas en sus brazos no son más que vías de absorción de magia.

—Merlín santísimo. —Madame Pomfrey se llevó una mano a la boca, volviendo a posar la mirada en el rostro de la estudiante que parecía acabar de tranquilizarse por la poción—. Pero si eso es cierto... —miró a los otros estudiantes que se encontraban en las demás camillas— Estos niños no resistirán hasta el final del curso.

—Un mago adulto puede vivir en un caso parecido como máximo un año —habló el auror, acomodando sus gafas con uno de sus dedos—. Después de eso, si su magia sigue siendo drenada, lo más probable es que no resistan y sufran de un cuadro de paro general...

Lo había leído como parte de su investigación. Varios habían sido los casos en los que se hubo visto en la obligación de obtener ciertos conocimientos para entenderlos y lograr prevenir descenlaces fatales. Jamás pensó que llegaría a sus manos una investigación en la que se viera forzado a recordar una información que databa del año 1860, escrito por uno de los mayores sanadores de la historia.

—¿Y la ministra? —preguntó al fin la directora, habiendo superado el primer shock producido por la información— ¿Qué dice ella al respecto?

—Acabo de enviarle la resolución teórica del caso —respondió—. Hermione deberá de leerla y mandar una respuesta para poder actuar siguiendo un protocolo establecido.

—Creí que ese era trabajo de su departamento, señor Potter —confesó la enfermera y él le dedicó una sonrisa amable.

—Me temo que es un tema grave y que ni siquiera depende del todo de nuestro ministerio —vio el emblema en el uniforme de la adolescente que dormitaba en la camilla—. Los ministerios Japonés y Estadounidense también tienen que ser avisados en su totalidad, puesto que la integridad de sus jóvenes ciudadanos está en riesgo.

Mi Hermosa Veela y La Melodía PerdidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora