Días pasajeros

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Estaba con un brazo cubriendo parte de su rostro mientras el otro descansaba a su lado, en la mediana cama.

Tenía la vista fija en el techo y de vez en cuando contaba figuras o se perdía en sus pensamientos.

Estaba claramente aburrido. Había estado ayudando a su abuela en la mañana y por la tarde había tenido unas partidas de naipes explosivos con sus primos y hermanos. Ya hasta se había sentado con sus tíos, para escuchar sus pláticas, pero pronto se había aburrido de las quejas de su tío Ron sobre las pilas de tareas que tenía en sus años en Hogwarts y se había marchado hacia la mesa en donde sus tías intercambiaban palabras y risas.

Grave error.

Hermione no paraba de preguntarle cómo iba en sus exámenes y si el plan estudiantil nuevo que ella había pedido para reforzar las enseñanzas estaba surtiendo efecto.

"Claro que sí, tía Hermione. Ahora todos nos miran como si quisieran matarnos"

La Ministra, lejos de enojarse, rió cortamente, asegurando que pronto se acostumbrarían al ritmo.

Su tía Audrey le había servido un trozo de tarta de melaza y su tía Angelina le había codeado levemente con una sonrisa curiosa.

"A tus tíos podrás engañarlos, pero a nosotras no. ¿Estás contando los días para volver a ver a Aria, no?"

Pronto todas las miradas femeninas habían estado puestas en él y aquello solo había logrado incomodarlo.

"Aaah..., por supuesto. ¿Oyeron eso?, creo que James está haciendo un desastre cerca a mi habitación. Será mejor que vaya a ver... "

Y, rápidamente, corrió escaleras arriba con su trozo de tarta en sus manos, escapando de todos los ojos que parecían decirle "ya vendrá".

Lo cierto era que sus tías habían acertado, Albus en verdad extrañaba a su novia. Tantos años acostumbrado a tenerla en las vacaciones en la Madriguera estaban haciendo que los días pasaran lentos y que por consiguiente, su ansiedad se intensificara.

¡Por Merlín, si hasta se había sentado cerca a Rose para tomar unos libros de la pequeña biblioteca de su abuela!. Ya no podía con ésto y solo quedaba un día más antes de que pudiera ver a Aria.

Varios pasos fuera de su cuarto llamaron un poco su atención. Un James con varios objetos en manos corría de un lado a otro, en clara señal de ansiedad.

Aún podía recordar a su hermano en la puerta de la Madriguera, completamente empapado de pies a cabeza por la lluvia. Le había dejado pasar y casi al instante todas las mujeres de la casa habían ido a su encuentro, tratando de asegurarse de que lo que tanto temían hubiera sucedido; James solo les había dado la razón y ellas se lo habían llevado escaleras arriba, posiblemente para darle una severa charla. Lo increíble de todo era que su hermano no había puesto resistencia, es más, parecía como si en verdad quisiera que le llamaran la atención.

«Todo un Gryffindor» —había pensado ni bien la silueta de James hubiera desaparecido de su campo de visión.

— No puedo creer que lo hayas olvidado. Mi pobre Mari... ¡Te golpearía si me dejaran hacerlo, Potter! —aseguró Elnath de brazos cruzados en su puerta, con Adhara lanzándole una clara mirada de advertencia—. Por favor, déjame golpearlo...

— No, ahora regresa ahí dentro y termina el postre que tanto te esforzaste en que James no comiera —dictaminó con una mano en la cadera y la otra en un punto en específico dentro de la habitación del frente.

— Pero...

— Ahora —repitió y su hermano suspiró antes de hacer lo pedido.

Altair salió de su habitación para saber cómo estaba la situación entre sus hermanos, pero Adhara le había dedicado una mirada tranquilizadora antes de ver cómo James pasaba frente a su rostro, corriendo hacia la derecha.

Mi Hermosa Veela y La Melodía PerdidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora