Nostalgia Fragmentada

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El cielo resonó y las nubes dejaron de ser tan espesas y oscuras.

En lo alto del gran trono, ambos adolescentes se observaron por lo que pareció ser una eternidad aferrada al correr de los segundos.

No obstante, Albus fue el primero en reaccionar ante el ruido de la batalla entre Zulmat y Nadyra a escasos metros de donde estaba. De esta manera, con su antebrazo se limpió como pudo el rostro y se giró hacia Aria, quien dejaba caer las últimas lágrimas mientras observaba el suelo.

La Ravenclaw no tardó en elevar la mirada al ver la mano extendida de su novio. Él la observaba de vuelta con una sonrisa cálida dedicada solo para ella.

Aria abrió un poco más sus ojos al ver el contraste entre la poca luz solar y la silueta de Albus ofreciéndole su mano para que pudiera levantarse.

Así, lentamente y de forma dubitativa, ella extendió su mano hasta tocar la contraria. Los dedos del Slytherin no tardaron en cerrarse alrededor de los suyos con suavidad para después impulsarla hacia arriba. De esta manera, ella no tardó en estar de pie y con el rostro siendo gentilmente limpiado por el pelinegro.

—Todo estará bien —dijo Albus una vez terminó su tarea y tuvo la mirada verde agua fija en él—. Vivirás todo lo que debes y estaremos todos juntos en el proceso.

—Albus.

—Lo único que debemos hacer —continuó— es acabar con el problema de raíz.

Ella siguió su mirada y la imagen de Zulmat con varios cortes en los brazos y torso captó su atención.

El espectro mantenía aquella apariencia corrompida y frente a él tenía a Nadyra, quien se sujetaba el vientre con un brazo mientras jadeaba con cansancio en su sitio.

—Está fuera de sí.

Albus observó a la Ravenclaw al escuchar su murmullo. Aria tenía los ojos fijos en los desesperados movimientos de Zulmat.

—Es la primera vez que alguien consigue hacerle daño.

—¿Cómo sabes eso?

La rubia se humedeció los labios y su rostro adoptó un gesto pensativo.

—Aria —insistió—. ¿Qué quisiste decir con lo anterior?

—Zulmat —comenzó a explicar—. Él no...

El Slytherin parpadeó confundido ante su repentina pausa.

—¿Qué?

—Así que aquí estaban ustedes dos.

Albus se puso en guardia al oír aquella voz burlona. Rápidamente se giró y colocó a Aria detrás de sí.

—¿Dónde estás? —siseó al mirar en todas la direcciones posibles—. ¡Aparece!

Una espesa bruma bañó el gran trono y se dispersó con velocidad hacia ellos, obligándolos a cubrirse los ojos con sus brazos ante el ardor que esta les provocó. Al volver a abrirlos, la figura de Azura Archer los recibió.

La bruja estaba cómodamente sentada sobre el ónix con las piernas cruzadas y la mejilla apoyada en una de sus manos. Ella los observaba con una sonrisa vacía en sus labios carmín.

—Hola otra vez, ¿me extrañaron?

Albus frunció el ceño y retrocedió un paso con Aria detrás de él.

—Se supone que en estos instantes deberías estar en el otro extremo de este bosque.

—Técnicamente sí, dado que mi progenie me venció y destruyó antes de venir aquí —suspiró—. Lamentablemente ninguno de ustedes comprende aún algo muy importante —se puso de pie y sus sandalias resonaron sobre la superficie—. Este bosque es, por así decirlo, nuestro lugar de origen —señaló—. Nosotros no estamos ni vivos ni muertos, solo existimos por nuestros más profundos deseos y hasta que estos se cumplan no nos podemos ir. Así de simple.

Mi Hermosa Veela y La Melodía PerdidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora